Típica "voladora"
Hace unos días teníamos que ir al centro comercial, y como el día estaba tan guapo, Flobre y yo decidimos irnos dando un paseo. Para ello dejamos el coche y nos fuimos en el autobús: sin prisas, sin agobio y disfrutando del sol y de la tranquilidad de que vaya otro conduciendo. Fuimos y volvimos sin ningún problema, el autobús pasó a su hora sin retrasos, nos sentamos cómodamente y sin atropellos, íbamos hablando y nos escuchábamos. Hacía mucho tiempo que no usaba el transporte público de este lado y de regreso pensando precisamente en que tenía tiempo sin subirme a un autobús, me vino a la memoria la última vez que me subí a uno en Santo Domingo...bueno, que no se puede llamar autobús, porque autobús es el de aquí, los de allí son “Voladoras”, y SÍ, VUELAN!!!
Hay que, ya no digo vivir allí, pero pasar un buen tiempo para ver cómo es nuestro transporte público, disfrutar de él, utilizarlo y saber lo magnifico que es subir limpia y planchadita y bajar estrujada y oliendo a pueblo.
Cuando iba a la Universidad y en mis primeros años de trabajo solía usarlo con frecuencia, y era una prueba a la fortaleza, al deseo de superación y a la tenacidad de sacar una carrera adelante tener que usarlo diariamente. Recuerdo subirme a “conchos” lo que aquí en España elegantemente llamamos “Taxi”, cuyo tanque de combustible se encontraba en los pies del chófer, justo al lado de los pedales; estaban los que la puerta no cerraban y su dueño, en un derroche de ingeniería, dobla una varilla para cerrarla a modo de gancho; también recuerdo salir de mi casa con un paraguas porque llovía a cantaros y no podía perder clases, montarme en el carro público y comprobar tristemente que adentro llovía mas que afuera. Y no hablemos de que no valía mucho la pena bañarse antes de salir de casa, porque bien podías llegar a tu destino con el mismo olor del o los amigos que se te sentaron al lado. Tenemos los motoconchos, que como su nombre lo indica, son motores que se dedican al transporte público y que son una iniciativa singular no sé si de los dominicanos o de los latinoamericanos en general y que son mas bien para trayectos cortos, allí donde no llegan los conchos...estos nunca lo utilicé, gracias a Dios, pues no me imagino yo en la cola de un motor abrazando a su conductor!!!
Cuando iba a la Universidad y en mis primeros años de trabajo solía usarlo con frecuencia, y era una prueba a la fortaleza, al deseo de superación y a la tenacidad de sacar una carrera adelante tener que usarlo diariamente. Recuerdo subirme a “conchos” lo que aquí en España elegantemente llamamos “Taxi”, cuyo tanque de combustible se encontraba en los pies del chófer, justo al lado de los pedales; estaban los que la puerta no cerraban y su dueño, en un derroche de ingeniería, dobla una varilla para cerrarla a modo de gancho; también recuerdo salir de mi casa con un paraguas porque llovía a cantaros y no podía perder clases, montarme en el carro público y comprobar tristemente que adentro llovía mas que afuera. Y no hablemos de que no valía mucho la pena bañarse antes de salir de casa, porque bien podías llegar a tu destino con el mismo olor del o los amigos que se te sentaron al lado. Tenemos los motoconchos, que como su nombre lo indica, son motores que se dedican al transporte público y que son una iniciativa singular no sé si de los dominicanos o de los latinoamericanos en general y que son mas bien para trayectos cortos, allí donde no llegan los conchos...estos nunca lo utilicé, gracias a Dios, pues no me imagino yo en la cola de un motor abrazando a su conductor!!!
Y como dije al inicio están nuestros particulares y singulares autobuses o mas bien autocar: las voladoras, donde meten 120 personas donde caben 60 y a la que el chófer la lleva a una velocidad tal que parecería que lo único que tiene por delante es la felicidad. Y este es, precisamente, el tema: el día que se me ocurrió montarme en un pájaro de estos. La diferencia de tomar un carro público y montarse en una voladora es el mismo que coger un taxi o esperar el autobús: es mas "económico". Si optas por el carro público, lo mas probable es que tengas que pagar un pasaje o dos, dependiendo qué tan lejos vayas; en la voladora pagas un pasaje y llegas hasta dónde ella llegue.
Aquella tarde estaba yo en la oficina tan ricamente sentada detrás de mi escritorio, tranquila trabajando mientras disfrutaba de mi soledad y de mi aire acondicionado, cuando se me ocurrió la brillante idea de llamar a Flobre y decirle que no me fuera a buscar, que ya me iba yo con una de las compañeras de la oficina. Por aquel entonces sólo teníamos un coche y yo tenía que esperar que él saliera de trabajar para que fuera a por mi, y yo, aquella tarde, quería llegar temprano para planchar...sí, sí, para planchar. Dejé mi silla ergonómica y confortable y mi tranquila oficina y me entregue a la aventura para IR A PLANCHAR!!!
Cómo tenía años de no coger un carro público y más de subirme a una voladora, tuve que preguntarle a mi compañera el precio del transporte, mas que nada para no pasar vergüenza y pensarán que yo era toda una pija...bueno, mas bien comprobaran que yo era una pija. Resuelta me fui hasta el lugar donde se cogen las voladoras, que no vayan a creer ustedes que es una parada, umm, umm, es cualquier esquina que al chófer le parezca, da igual que haya semáforo, paso de cebra o cualquier otra cosa que pueda impedir esa parada en cualquier otra parte del mundo.
Nos subimos al bicho en cuestión, gracias a Dios encontramos donde sentarnos, porque de repente a aquel lugar empezó a entrar un número de personas en cada parada, que llegué a pensar que terminarían sentadas unas encimas de otras...cosa que mas adelante comprobé. Sin embargo lo que mas me preocupaba era a la velocidad a la que iba, a mil por horas, y la forma de frenar de repente y sobre el coche de delante, que con una mano mas de pintura chocaban seguros.
El recorrido era bastante considerable, por avenidas principales y a hora punta, con lo cual en cada esquina que se paró a montar y desmontar pasajero el dichoso vehículo y que frenó con todo su ímpetu, me daba un pequeño ataque al corazón. Lo que mas "disfruté" fue de lo folclórico del pitcher, así se llama el tiguere que va en la puerta, siempre abierta, y que va gritando ¡KILOMETRO, KILOMETRO!, mientras silva y aporrea la carrocería, encargado él de cobrar y de "sentar" a los pasajeros.
A lo que iba, mi desconcierto y el terror se iban apoderando de mi en cada frenazo y cada vez que arrancaba y tomaba velocidad, o sea, que si no había quedado algo claro en la clase de inercia de Sor Inma, ahí se me despejaron las dudas. No podía dejar de pensar en mis hijos y lo pequeños que eran para quedarse huérfanos, porque ríanse, pero yo estaba segura que aquella tarde moriría sin más a manos de aquel chófer endemoniado en aquel vehículo del infierno. No voy a entrar en el detalle, que ya dentro, me di cuenta que no me había quitado la gargantilla, los anillos, aretes y brazalete que me había regalado mi, casi viudo esposo para el día de mi cumpleaños y que era una hermosa combinación de los tres oros engarzados entre sí. Al pensar en lo que podía suceder si alguien de los allí presente se antojaba de ellos, me entraron escalofríos y vértigo, traté de no pensar en esa posibilidad y sí en tratar de llegar viva a mi destino, tratando de viajar en un bajo perfil y como "ajena" al mundo, mientras iba contando los minutos, segurisima que eran los últimos de mi vida; tampoco voy a entrar en el detalle de los olores varios que allí se respiraban, pues estos no se describen, éstos hay que olerlos...
El recorrido era bastante considerable, por avenidas principales y a hora punta, con lo cual en cada esquina que se paró a montar y desmontar pasajero el dichoso vehículo y que frenó con todo su ímpetu, me daba un pequeño ataque al corazón. Lo que mas "disfruté" fue de lo folclórico del pitcher, así se llama el tiguere que va en la puerta, siempre abierta, y que va gritando ¡KILOMETRO, KILOMETRO!, mientras silva y aporrea la carrocería, encargado él de cobrar y de "sentar" a los pasajeros.
A lo que iba, mi desconcierto y el terror se iban apoderando de mi en cada frenazo y cada vez que arrancaba y tomaba velocidad, o sea, que si no había quedado algo claro en la clase de inercia de Sor Inma, ahí se me despejaron las dudas. No podía dejar de pensar en mis hijos y lo pequeños que eran para quedarse huérfanos, porque ríanse, pero yo estaba segura que aquella tarde moriría sin más a manos de aquel chófer endemoniado en aquel vehículo del infierno. No voy a entrar en el detalle, que ya dentro, me di cuenta que no me había quitado la gargantilla, los anillos, aretes y brazalete que me había regalado mi, casi viudo esposo para el día de mi cumpleaños y que era una hermosa combinación de los tres oros engarzados entre sí. Al pensar en lo que podía suceder si alguien de los allí presente se antojaba de ellos, me entraron escalofríos y vértigo, traté de no pensar en esa posibilidad y sí en tratar de llegar viva a mi destino, tratando de viajar en un bajo perfil y como "ajena" al mundo, mientras iba contando los minutos, segurisima que eran los últimos de mi vida; tampoco voy a entrar en el detalle de los olores varios que allí se respiraban, pues estos no se describen, éstos hay que olerlos...
Finalmente llegue a mi destino, la voladora paraba justo delante de la entrada de mi portal, pero yo decidí quedarme antes, una esquina o dos, porque ya que había llegado viva a ese punto no quería seguir tentando la suerte, aproveche a alguien que gritó ¡"CHÓFER, LA PRÓXIMA"!. Además pensé que igual convenía que me aireara un poquito y soltara algún que otro tufillo que se me hubiese pegado en el camino.
Llegué a mi casa, valiente yo, decidida yo, con el único propósito de "bajar" toda la ropa que tenía por planchar antes de que llegará Flobre con los peques que estaban en casa de mami, quien vivía a escasos 5 minutos caminando desde mi puerta hasta la suya, para lo cual tenía una o dos horas. Meto la llave, abro la puerta, entro en mi casa y enciendo la luz, para mi agradable sorpresa de que ¡¡¡NO HABÍA ENERGÍA ELÉCTRICA!!!, se había "ido" no sé para dónde la verdad y no tenía hora de regreso. Con lo cual mi travesía, mi viaje infernal, mi baño de pueblo fue total y absolutamente en vano.
Como buena dominicana, lo tomé con filosofía, porque otra cosa no, pero a tomarlo con filosofía lo aprendemos a puro coñazo desde que nacemos, me bañe, ya saben por mi olor a pueblo, me vestí, agarré mi bolso y me fui a casa de mi madre a ver a mis hijos y a esperar a su padre...ya habría tiempo para cagarse en to' el vivo, mientras planchaba el viaje de ropa que tenía en el canasto.
Como buena dominicana, lo tomé con filosofía, porque otra cosa no, pero a tomarlo con filosofía lo aprendemos a puro coñazo desde que nacemos, me bañe, ya saben por mi olor a pueblo, me vestí, agarré mi bolso y me fui a casa de mi madre a ver a mis hijos y a esperar a su padre...ya habría tiempo para cagarse en to' el vivo, mientras planchaba el viaje de ropa que tenía en el canasto.
Para los que no lo saben, porque para saberlo hay que vivirlo, en algunos países, incluido el mío, por alguna razón que todavía no entiendo, mas que nada porque estamos en pleno Siglo XXI, la “luz se va”, y qué significa esto, que no importa que la pagues religiosamente, hay unas horas en el día en que sabes no cuentas con ella porque "se la llevan". Esto sucede a cualquier hora, cualquier día del año, sin previo aviso y puede ser desde 15 minutos sin luz, hasta...hasta que llegue, en una, dos, tres horas...o días, eso dependerá de lo grave de la avería de la planta o de lo que les de la gana de hacer a los tíos que la controlan, esto tampoco lo tengo muy claro.Ojo, que si no la pagas puntualmente, te la cortan...
Españoles, turistas de todo el mundo, que República Dominicana es esto, junto a otras cosillas, NO Punta Cana. Esta es nuestra realidad, esa es mi gente...y como dice una canción ochentera: El dominicano tiene un brillo...y un agujero en el bolsillo..."
Hasta otro encuentro ;)
Hasta otro encuentro ;)
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