domingo, 3 de marzo de 2019

Si la vida me da limones...


He dicho hasta el cansancio que conocí mis pasiones, la pastelería y el crochet, por accidente, pero si soy totalmente sincera fue por necesidad pura y dura. La crisis tiene mucho que ver en esto, y con crisis no solo me refiero a la situación económica…que sí, que también. 

Alguna vez leí, escuché, me dijeron o me enseñaron que la palabra crisis en chino era “peligro” más “oportunidad” y esto venía acompañado de la explicación que en los momentos de crisis podemos hundirnos o salir a flote, vamos lo que yo, más crudamente diría, regodearse en la mierda, o buscar una solución. Ya luego leí que eso no era totalmente cierto, que crisis en chino en absoluto significaba eso, afirmación que venía con una larga argumentación que ahora no voy a contar. O sea, que la parte romántica de la crisis se fue a tomar por saco. 

Más tarde, cuando estaba a punto de casarme y mi jefe me noto agobiada, me sentó en su oficina, y hablando informalmente me dijo “…todos los problemas tienen solución, no te preoupes; si no tiene solución, no es un problema, entonces, no te preocupes”. Parecía un chiste cuando me lo dijo, nos reímos, pero lo que no se imagina, porque nunca se lo he dicho, es que estas palabras me han acompañado desde entonces cada vez que la situación me va a desbordar. 

No sé si crisis en chino es peligro más oportunidad, o si mi jefe entonces tenía razón o no, lo que si sé es que los grandes cambios surgen de los momentos de crisis. Por lo menos en mi caso, los zarandeos de la vida, son los que me han obligado a salir de la zona de confort, plantar cara y decir voy a dar guerra hasta que me muera. Y en eso estoy, plantando cara y dando guerra. 

La primera de mis grandes crisis, que me hizo entrar en el maravilloso mundo de la repostería fue hacia el 2010. Y es que, cuando llegué, de este lado no había una tía Carmen, ni una doña Yuni, ni una Rosita, a las que pudiera acudir y decirles necesito un bizcocho, ustedes ya saben qué hacer, y yo no volver a saber de ese bizcocho hasta el día del evento, segura de que cumpliría todas mis expectativas…y no solo las cumplía, si no que las superaban. 

Para el que no lo sepa, esas tres mujeres, tía Carmen, Rosita, Doña Yuni, son parte de cualquier evento importante en mi vida desde que tengo uso de razón. Las tartas de bodas de mis hermanas y mía, comuniones, quince años, confirmaciones, el bautizo y los cumpleaños de mis hijos y sobrinos, todas eran hechas por una, por otra, o por las tres. Son vecinas, son amigas, son familia, y eran las encargadas, hasta que llegue aquí de ponerle azúcar a mis momentos importantes. 

Tal fue mi decepción cuando fui a comprar, al poco tiempo de estar aquí, una tarta para celebrar el cumple de Maru, el primero que pude celebrar. No había nada ni siquiera parecido a lo que estaba yo acostumbrada, era todo, lo que yo llamo hojaldre y espuma. Porque todo era eso, piezas de hojaldre con crema batida o merengue, o pasteles pequeños, nada de bizcochos, nada de tartas, nada de nada. La primera en la frente, y tiramos con lo que tenían. Aquella primer tarta nos salió a precio de oro molido. 

Y es que cuando llegamos, a donde llegué, no había, ni cupcakes, ni muffins, y tampoco había un familiar que nos ayudara, nos enseñara, nos indicara, porque como ya he contado anteriormente, ayuda cero, y todo lo que nos pudieron poner en china, haya que lo pusieron. 

Con el tiempo fuimos aprendiendo que en los supermercado se podían encontrar tartas parecidas a las que conocíamos, más asequibles a nuestros bolsillos, aunque con una calidad visiblemente inferior a las mías, a las de siempre, a las que me habían acostumbrado desde niña. 

Pero todo tiene caducidad, y llego el día en que nos cansamos de las tartas congeladas del super; y empecé a inventar, compraba las masas de bizcochos en el super, los rellenaba, los cubría con Nutella, o compraba las magdalenas y las decoraba. No sabía montar una nata, no sabía montar un merengue, no había Youtube, tampoco tenía yo mucho acceso al Internet. Luego me atreví con el primer bizcocho, al que se me olvidó echarle huevos, y así quedó; después lo intenté con el merengue y la nata montada, que, para mi sorpresa, nunca se me cortó, ni siquiera la primera que monté siguiendo las instrucciones del envase. 

A partir de ahí, todo fue a más. Ya no me conformaba con el bizcocho de yogourt, y empecé a mezclar sabores, a dar color al merengue y a darle aroma y sabor a la nata. No tenía utensilios, todo era a mano y muy rudimentariamente. Mi primera batidora llegó como regalo de cumple, el mejor regalo que me han hecho en los últimos años, al que más uso le he dado y el que más me ha simplificado la vida, gracias Felipe!!! 

Un día inventar en mi casa me supo a poco, quería aprender más cosas. Tenía tantas elaboraciones pendientes, las masas de hojaldre, la pasta brisa, los panes, la masa quebrada. Empecé a buscar cursos, y hasta que pude entrar en uno, pasaron tres o cuatro años intentándolo, inscribiéndome, apuntándome a cuanto cursos salían. 

Ahora ya no me basta con saber, ahora quiero poder vivir de esto, y mientras eso llega, porque llegará, en la cocina de mi casa, mi obrador chiquito como me gusta llamarla, invento todo lo que puedo, que se daña, no pasa nada, para la próxima ya saldrá. 

El segundo momento de crisis en mi vida tiene que ver mucho con la situación económica. Fue un momento en el que perdí la perspectiva de aquello que me había dicho mi jefe, eso de los problemas tienen solución, no te preocupes, se me olvidó por un largo tiempo. La casa se me caía encima, a parte, de que esas paredes estaban absorbiendo mi energía. Esto también lo había escuchado alguna vez, que hay casas que te quitan energía, y aquella me la estaba chupando de manera alarmante. No quería levantarme, no salía de casa, no me apetecía arreglarme…sí, estaba al borde de la depresión. 

En ese momento oscuro, porque juro que no veía la luz, pensé que no podía darme el lujazo de deprimirme, porque, primero tenía dos hijos que sacar adelante, y tenía que darles ejemplo como me lo había dado mi madre a mí. Porque quién era yo para deprimirme por una crisis económica; quién era yo, cuando Yolanda me enseño, a base de ejemplo, que hay que levantarse, no importa lo fuerte que sea la caída. Porque esa mujer, mi madre, me había enseñado, con su manera de enfrentar la vida, que caerse estaba permitido, pero levantarse era una obligación. Segundo no tenía dinero, ni fuerzas, ni deseos para lidiar con médicos, ni pastillas, ni tratamientos, y mucho menos quería estar contando a quien sabe quién lo que me estaba pasando, y porqué me sentía así. 

Entonces, señoras y señores, descubrí el ganchillo o el crochet, como quieran llamarlos. Para mi sorpresa, porque Gya, si para ti fue una sorpresa, imagínate para mí, que me conozco muy mucho. Un día me dije a mi misma “mimisma, espabila, que te estas echando a perder. Vamos al chino a comprar una aguja para que aprendas a tejer” y allí que me fui, al chino, a por una aguja de ganchillo, y hasta que di con una que me fuera con el hilo que tenía hacía siglos en una maleta olvidada, compré una muy grande, otra muy pequeña, otra de plástico, otra de metal…ya saben, ensayo-error. No se imaginan ustedes mis primeros trabajos, daban miedito, pero estaba orgullosa de ellos, tanto que se los envié de regalo a mis hermanas, para que ellas formaran parte de mi nuevo pasatiempo. lo que horneo, por desgracia, no se lo puedo hacer llegar. Pero ya encontraremos una solución para ese pequeño contratiempo. 

De vez en cuando pienso en lo que me hubiese gustado conocer el mundo del ganchillo cuando mi abuela lo intentó, pienso que hubiese estado muy orgullosa de mi, si viera lo que puedo hacer con una aguja e hilo. Pero yo soy tan yo, que cuando ella quiso, yo no quería, y tuvo la vida que zarandearme hasta que me dio vértigo, para enamorarme de él. 

Ahora estoy en pleno aprendizaje del mundo huevo, azúcar y harina, porque como dijo alguien, nunca se sabe mucho de nada, y a mí me queda por aprender mucho de todo en este camino de la pastelería, repostería, confitería, bollería. El ganchillo, sigue siendo mi aliado perfecto, junto a los libros y mi blog, mi pequeño espacio de desahogo. Los tres me hacen viajar, soñar, crear, desocnectar… 

Lo que no sé es cuál será mi siguiente paso, mi próxima pasión, porque pendiente tengo la fotografía, la guitarra y el yoga, o sea, que a mis días le faltarán horas y a mis años días. Lo que no voy es a sentarme a esperar, porque, como dice Juanes, la vida es un ratico y ese ratico hay que vivirlo, llenarlo, disfrutarlo. 

…porque si la vida me da limones, yo le agrego sal y tequila.