domingo, 7 de febrero de 2016

Un primer paso...


En la vida todo es empezar decía mi abuela, mujer vieja y sabia. Subir una escalera empieza por el primer escalón, escalar una montaña, iniciar un camino, todo empieza con un paso. Lo difícil es darlo, empezar, comenzar, creer que puedes, saber que puedes. 

Cuando empezamos a caminar, cuando bebés, nos caemos, somos inestables, parecemos pequeños borrachos tratando de mantenernos en pie. Luchamos por mantener el equilibrio, y no importa el número de veces que nos caigamos, no dejamos de intentarlo hasta que lo logramos. 

Hoy me levanté preguntándome qué nos pasa a medida que crecemos que nos volvemos cobardes. Cuándo empezamos a perder la confianza en nosotros mismos y le dejamos paso al miedo. Cuándo entramos en la zona de confort y porqué no nos decidimos a salir de ella, hasta que una situación adversa y ajena a nosotros mismos nos obliga. Tiene que pasar algo, perder el trabajo, cambiar de ciudad, una crisis económica...un punto de inflexión que marque un antes y un después. Estoy hablando desde mi propia experiencia, luego de todos mis antes y después... 

Y es que mi vida ha sido un constante redescubrirme, reinventarme; un constante cambiar de rumbo, de inventar nuevas posibilidades, de indagar nuevos caminos. Mi vida está llena de un primer paso, gracias a Dios... 

Recuerdo cuando mi madre me preguntaba que cuándo me casaba, yo no tenía ni novio, y le decía, eso no está entre mis planes. Le tenía terror a salir de mi zona de confort. Compartir mi vida, perder mi libertad por siempre y para siempre. Tener que compartir mis cosas, mi espacio, mi cama, con lo egoísta que he sido siempre con lo mío, me sonaba a chino. Camino a la iglesia, con el que estaba segura era mi mejor elección porque lo amaba y no tenía duda de ello, me plantee seriamente salir corriendo. Sin embargo di el primer paso, llena de miedo, de dudas, de "no sé si lo lograré", y aquí estoy, sumando pasos, escalón a escalón, me caigo, me levanto y sigo en el camino.

Así mismo debo decir que cada crisis económica que he vivido, ha significado un antes y un después. Gracias a ellas, descubrí una “diseñadora” nata dormida entre mis venas y una “organizadora de eventos”. A raíz de no tener dinero para celebrar los cumpleaños de mis hijos, me reinventé y empecé a diseñar y a imprimir las invitaciones, empecé a ser yo quién se encargara de decorar sus fiestas...antes las pagaba, antes parecía que el dinero me sobraba. También por una crisis, empecé a hornear los bizcochos para nuestras celebraciones, a falta de no poder comprarlos ya hechos, porque me suponía un gasto importante...además los míos me quedan mejor, a donde va a parar. 

No pensé jamás, ni siquiera me lo planteaba, vivir tan lejos de casa, sin embargo aquí estoy, echándole pecho. Ese viaje empezó haciendo unas maletas, que a cada cosa que le metía más miedo sentía. Lloré todo el viaje, tenía terror, no sabía a lo que me enfrentaba, y aún tuve más miedo al llegar y ver que todo era muy grande y yo era muy pequeña. Otro antes y después. 

Y los antes y después de este lado son muchos, tantos que igual no me puedo acordar de todos. Aquí me he vuelto más humilde, más tolerante, más sumisa. Ahora soy menos exigente, más paciente, más flexible. Tuve que aprender, paso a paso, que de todo se sale, con perseverancia y constancia. Que, como dice mi madre, otra mujer vieja y sabia, la desesperación va de la mano del fracaso. Aquí he desarrollado habilidades que jamás creí podría llegar a hacer y, lo mejor de todo, soy feliz haciéndolas. Aquí hago ganchillo, horneo pasteles y galletas, preparo mis mermeladas, mi crema pastelera, mi dulce de leche y hasta mi leche condensada...y todo a partir de un primer paso. 

Soy la prueba viviente que el primer paso, aunque con miedo, hay que darlo. Hay que empezar ese curso, ese proyecto dormido, hay que atreverse a ir a por tu sueño, ese que te hace vibrar, pero que te da vértigo empezar. Hay que empezar a subir la escalera, hay que empezar a escalar la montaña. 

Hay que intentarlo una y otra y otra vez, no importa las veces que caigas, y aunque parezcas un borracho dando tumbos, hay que darse la oportunidad de lograrlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuanta razón, socia. Y, muchas veces, no sólo es el miedo a dejar nuestra zona de confort, es el miedo a la vergüenza del fracaso, a los comentarios de gentes cercanas que no confiaron en ti, a esas miradas que dicen "¿a donde vas tú?, loca!". Pero yo, que también he dado (y sigo dando) esos primeros y tambaleantes pasos, siento, con cada uno, una satisfacción inmensa sin importarme ya si los demás creen que me equivoco, y sólo pensando que me llevarán a donde yo quiero. Venga, Mari, que a ti y a mi, todavía nos quedan por dar muchos pasos. Y algunos espero que lo demos juntas

Ana Maria Herena

Anónimo dijo...

Bellas y sabias palabras, ves? Estamos llegando a la madurez de nuestras abuelas y madres!! Excelente como todo lo que escribes!

Nancy Acosta