...Y las malas a todas partes..., si ya sé que es el título de un libro o algo así, pero tengo que confesar que, desde que aquella amiga, la misma por la que años antes me sentaran en la parte de atrás del cepillito, me la dijo me encantó y me di cuenta que yo siempre he pertenecido al primer grupo.
Hay dos tipos de mujeres: las valientes y las buenas, yo soy de las segunda, aunque me gustaría haber pertenecido a las del primero. Las valientes le echan un par a la vida y desafían todas las leyes familiares y de la sociedad.
Las valientes viajan solas, viven mil aventuras, sueñan y luchan por alcanzar lo que sueñan. Las valientes se atreven a todo aquello que yo ni me planteaba, y si me lo planteaba, no lo llevaba a cabo. Así perdí mas de un tren en la vida: nunca hice esa maestría fuera de mi país “porque es imposible estar tan lejos de casa...”; nunca viajé sola porque "me da miedo perderme..." nunca "brille" (hacer pellas) en el colegio por temor al castigo.
Recuerdo, que fuera donde fuera, mi padre y mi madre sabían donde yo estaba, si íbamos al cine, los mismos de siempre, a la misma hora de siempre, al mismo cine de siempre, y de ahí nos íbamos a cenar, como casi siempre, yo me las arreglaba, SIEMPRE, para llamar a mi padre y decirle, “nada, que nos vamos a cenar después de la peli, para que lo sepas y no te preocupes...”, así no me “portaba mal”. Ojo que entonces no había celulares.
El día que se me olvido llamar, se me paso, o simplemente me apetecía saltarme las reglas, porque sí, porque un día es un día, al llegar a casa estaba madre, envuelta en un llanto inconsolable, yo me asusté, no sé qué cantidad de cosas pasaron por mi cabeza; hasta que ella logró articular palabra y entre sollozos me dijo “...llamó una mujer y dijo que tu andabas con “X” y que “X” lo único que va a hacer es pegarte una barriga...”, yo solté una carcajada burlona y le dije, indignada y molesta “...anda que tú también, mami, que no sé si lo sabes, pero las barrigas no se pegan, hay que hacer ciertos pasos que yo, si los doy, exijo preservativo...”. Di media vuelta, dejando a mi madre con la palabra en la boca, mientras trataba de digerir lo que yo acababa de gritarle. Uy!!! Que malvada había sido.
Cuando me entraba un ataque de rebeldía y quería “vengarme” de mis padres, pedía permiso para ir al cine y me iba a otro lugar. Así de mala he sido, así. Que me podía mucho el miedo y ser descubierta. Recuerdo haberme ido a un concierto en el que no había dicho toda la verdad al momento de pedir permiso, cuando estaba allí me encontré, primero, con el jefe de mi padre y luego con unos amigos de la familia. Me entró nauseas, vértigo, mareo, me sudaban las manos, me dio taquicardia y las piernas me temblaban. Los minutos que estuve hablando con cada uno de ellos me parecieron eternos. A la hora de volver a casa, no quería llegar para no enfrentar a mis padres, porque estaba segura que, a esas alturas, ya le habían ido con el cuento y me iban a castigar de por vida. Ahora lo pienso y me río, pero aquel día lo pasé realmente mal.
Me costó mucho acostumbrarme a salir por ahí “sin permiso”, y así llegué a mi luna de miel, con la sensación de estar haciendo algo “políticamente incorrecto”, y estando en pleno viaje de novios, sentía la extraña sensación de que me iba a encontrar con quién sabe cual conocido de mis padres, que luego les iría con quién sabe qué cuento y la que se iba a liar y la que me iba a caer. Con esa sensación de incomodidad estuve, hasta que logré auto convencerme de que no estaba haciendo nada malo, que si estaba allí, tan lejos de casa, con un hombre y SOLA, es porque me había casado, con lo cual estaba haciendo, una vez mas, lo “políticamente correcto”
Cuando de recién casada nos fuimos al cine de siempre, con los amigos de siempre y nos fuimos a cenar, como siempre, en el carro le dije a Flobre que me prestara el celular, que para ese entonces ya empezaba a haberlos, me miró y me pregunta como para qué y yo le contesto “para llamar a papi...” me dijo, resuelto y triunfante “no te hace falta, tú andas con el permiso en el bolsillo”.
Nunca fui la mas valiente de mis hermanas, de hecho, soy la mas cobarde y eso lo he comprobado día a día a través de los años. Siempre fui políticamente correcta, nunca hice nada de lo que pudiera arrepentirme, “porque le tenía miedo a jugar con fuego”; mis hermanas no, aún cuando son mas jóvenes, son mas atrevidas, mas valientes. No es que se portarán mal, pero sí que eran, o son, mas atrevidas, osadas, arriesgan mas...
La que me sigue, parecía mayor que yo, tanto que era ella que me explicaba ciertas cosas y tanto que era ella que me protegía en el colegio, cuando, lógicamente, debería ser al revés. Ella se atrevió a tomar ese avión e irse a trabajar fuera de su país, el mismo que yo nunca cogí; ella se atrevió a irse sola a Nueva York, yo todavía no conozco la gran manzana y tal y como están las cosas, cada vez lo veo mas difícil; ella se iba con sus amigos de la uni a la playa o a los pueblos, yo no me atreví ni a pedir el permiso. Igual ella no lo sabe, pero siempre la admiré por ser tan valiente, tan decidida, tan resuelta. Luego esta la mas pequeña, esa que yo sentía que tenía que proteger, hasta que con, un par, y para perplejidad mía, se sentó delante de mis padres y le dijo que estaba embarazada...ojo, sin haberse casado, que si no lo he dicho antes, mi familia es MUY tradicional, de esas que “usted de esta casa sale con velo y corona...que usted no es una cualquiera”, y ahí estaba mi hermanita, la mas pequeña, la menor, la indefensa, don dos narices, diciendo lo que yo, si me habría tocado a mi la papeleta, no hubiera hecho jamás, antes me hubiese ido a vivir a Dajabón, porque allí nadie me hubiese buscado.
Y aquí estoy con cuarenta y tantos años, comprobando que pasé de ser una hija buena, a una buena esposa, a una madre buena y abnegada. Nunca fui desobediente, ahora lo sé; nunca me porte mal, ahora lo sé; nunca hice nada que no fuera “lo correcto” ahora lo sé. Coño, si todo lo hice como la sociedad, la puta sociedad y la familia exigía: primero estudiar, sacar tu carrera, luego trabajar y “establecerte profesionalmente” y ya, cuando “te llegue la edad” buscar un buen hombre para casarte. Y hasta en esto último fui a escoger al que siempre llevó camisa blanca, pantalón negro, corbata y maletín, que era obediente con sus padres, amable y cariñoso con su hermana y el que nunca dijo una palabra fuera de contexto delante de mí. Cuidado!!! que es el mejor de todos, como, lógicamente, tenía que ser.
Nada que, como me dijo aquella noche mi amiga, por la que me sentaron atrás en el cepillito, “las niñas buenas van al cielo y las malas van a donde les da la gana...incluso al cielo”...
Nota: Si volviera a nacer, volvería a vivir como he vivido y volvería a tomar las mismas decisiones...aunque, quizás arriesgaría un poquito mas y sería menos "buena"...quizás.
1 comentario:
Jajajaja Bienvenida al Club AMIGA, pero he resuleto ser mala para mi cumple #44, he decidido hacerme un tatuaje en mi pie derecho, miniatura jajaja y ya le he pedido permmiso a mis hijas, y a mi esposo.
PERO ALGO DIFERENTE TENGO QUE HACERRRR!!! carajo por que definitivamente estoy en el grupo de las buenas o pendejas?
Ana Ayalibis
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