martes, 13 de noviembre de 2012

Folklore de pareja...


En estos días cercanos a nuestro aniversario de bodas siempre me da por darle al icono de recordar, sí, si, ese que tiene uno situado en el cerebro y que tiene forma de espiral que da vueltas en sentido contrario a las manecillas del reloj, pues ese. 

Suelo revivir las últimas 24 horas, la ceremonia o la recepción; en esta ocasión me centré en el primer año de casado, concretamente en una escena llena de folklore de pareja, un episodio que bien podría formar parte de “Escenas de matrimonio”. 

Siempre he dicho que soy la araña de la relación y que si esto ha funcionado durante 15 años es por la paciencia de infinita de Flobre, porque la verdad es que no veía muy claro que llegáramos a los cinco años, ya me parecía una osadía llegar al primer año; pero no porque no lo amara o porque no fuera a luchar porque funcionara, si no porque me conozco, soy una fiera, una araña y mi carácter y mi genio no es de los que se pueden controlar fácilmente, y aunque eso me ha ayudado a estar hoy donde estoy, peleando la batalla, en aquel momento creía que sería un verdadero lastre en nuestro matrimonio. 

Son muchos los momentos difíciles y muchas las discusiones tontas que hemos tenido, pero hay una en particular que me ha sacado las lágrimas de risa al recordarla por lo absurdo de la situación y si hoy puedo contarla es por esa paciencia infinita de la que hablé anteriormente. 

Estaba yo embarazada de María Eugenia y por aquel entonces pasaba una gran parte del día en casa de mis padres, yo no trabajaba y luego que terminaba de arreglar mi casa, cogía mi coche y me iba a pasar la tarde a casa con mi madre. Era hacía el mediodía, lo sé porque mi padre estaba en casa almorzando. No sé bien porque empezó todo, creo que por un viaje que el tenía que hacer al interior y me dijo que lo acompañara, le dije que si podía llevar a mi madre y me dijo que no...gran detonante de este “hermosísimo” episodio de nuestras vidas. Me puse furiosa, se me cruzaron los cuatro apellidos, los dos nombres y las dos península; había sido como si hubiese explotado una bomba de relojería, no sé cuántas cosas solté por esa boca mientras hablaba con él por teléfono. El trataba, con su infinita paciencia, de que yo entrara en razón, pero eso, amigos míos, era totalmente imposible, y mientras el mas me tranquilizaba, mas me enfurecía. 

Le colgué el teléfono de tal forma que si hubiese sido uno de los de ahora, ahí mismo la hubiese palmado el aparatito. Mi madre entró a la habitación cuando terminé de hablar con él, trató de calmarme, y al ver que era inútil me dijo “no, mi hija no, tu tienes que tratar de controlarte, tienes cambiar esa actitud, porque eso no hay quien lo aguante...ese muchacho te va a dejar con to’ y barriga...” y salió dejándome en la habitación sola con mi guerra particular. En eso llegó mi padre a almorzar, y mientras almorzaba mi madre le echo el cuento completico, de cómo estaba yo y de todo lo que le había dicho a “ese muchacho”; pensaban o creo yo que pensaban que no los estaba oyendo, pero sí que lo oía todo desde donde estaba y escuché a mi padre cuando, con una especie de resignación atinó a decir “pobre infeliz...” refiriéndose al energúmeno que estaba acabando con la paz y la tranquilidad de su “pobre hija mayor”. O sea, esto también ayudó a que todo se calmara...pobre de Flobre que se tendría que hacer cargo de esas palabras y de la parcialidad de mis padres, que no se habían puesto precisamente de mi lado. Aaaaaaargh!!! YO y nadie mas que yo era su hija y no el facineroso ese, advenedizo que AHORA me estaba robando el cariño de mis padres. Aaaaay, pobre de él!!! Así le fue al susodicho. 

Pasaron algunos días hasta que todo volviera a la normalidad, porque las cosas no solían o mejor, no suelen olvidárseme tan pronto, además con toooodo lo que me había hecho, como pa’ perdonarlo a la primera, no señor, que se aguante que es lo que le toca. Lo castigue por un buen rato y mi pobre, paciente y amoroso marido aguantó la espera hasta que se me pasara aquel cabreo absurdo. No si cuando digo que es bueno, es que es muy bueno...eso también me cabreaba, cómo se puede ser tan paciente con una cacata como yo.

Hay muchas situaciones parecidas a esta, algunas serias y otras tan absurdas como la que acabo de contar; la mayoría, por no decir todas, provocadas por mí, mi genio y mi falta de “comprensión”. Es bueno poder reírme y poder contarla como una anécdota mas, porque eso quiere decir que la supimos superar una a una, aunque en ese entonces la guerra de Troya fuera una película de Disney comparada con ella. Hoy ya son menos las discusiones y si discuto, lo hago por algo que realmente valga la pena, como que no arregló bien la cama o porque me dejo el estropajo de la cocina lleno de jabón, o porque el frutero de la mesa no está justo en el centro y en la posición que tiene que estar, después de todo para eso esta el racimo de uvas donde está, para saber la posición justa!!! No, en serio, aprendí que discutir por discutir no tiene sentido, que enojarse por tonterías no tiene sentido y que tratar de llevarlo al límite de sus posibilidades no tiene sentido, porque un día igual se cansaba de mi y me mandaba a tomar por saco, después de todo, hasta Jesucristo perdió la paciencia y él no iba a ser menos. 

Los que me conocen, me conocen y saben que doy para esto y para mas y los que les conocen, les conocen y saben que, tratándose de paciencia, amor, paz y comprensión, mi marido se lleva el podio. Gracias por ser como eres, porque de no ser tú, el pronóstico de mi madre se hubiese cumplido y hoy mi DNI pondría “Divorciada” y mi hija estaría dividida entre la loca de su madre y el centrado de su padre... 

Hasta la próxima.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajjaa lo que me he reido..me suena, en mi casa como dice la Lupe: YO SOY LA MALA..jajajajaj esto se lo leo a mi marido para que vea que yo soy una virgencita de la caridad..jajajaja

Cristina Pelletier

Anónimo dijo...

jajajjaja., amiga estoy se lo voy a leer a mi esposo para que el vea que el no es el UNICO como dice el. awwww el pobrecito.
Como me hiciste reflexionar amiga, pobre de mi maridito...y de paso pobre del tuyo tambien.
Ana Ayalibis Lozano