Ya termina el año de catequesis, a algunos los seguiré viendo el año que viene y otros harán la comunión este año. Durante dos años sueñan con el gran día, con el traje y con la fiesta y nosotros los catequistas les acompañamos preparándoles para que, ese día, puedan recibir la comunión con un mínimo de conocimiento de lo que esto significa; esa es nuestra misión, para eso nos lo encomienda Santiago y nos los dejan sus padres, para que les guiemos y preparemos para el día mas esperado a su corta edad: Su Primera Comunión.
Llega el gran día y nosotros lo disfrutamos en tercera persona, de lejos, en la distancia les vemos a ellas vestidas de blanco como palomitas y a ellos con sus trajecitos de marineros o de almirantes, cuál pequeños soldaditos, se ven hermosos y llegan con tantos nervios que mejor es que nos le acerquemos lo menos posible, porque ese día, Señora catequista, no estamos en usted. Los padres nerviosos, van de aquí para allá, tratando de tomar la mayor cantidad de fotos posibles, para no dejar escapar ningún detalle de tan esperado día. Van llegando, uno a uno, los familiares de los niños que llenan la iglesia, que ese día parece sonreír al ver a tanta gente reunida entre sus paredes. Empieza la ceremonia, los niños desfilan, Santiago da la bienvenida, los catequistas les dirigen unas palabras a los padres y a sus niños, el coro canta...en fin, que la comunión transcurre en un ambiente de fiesta, su fiesta.
Esto sucede cada año entre los meses de mayo y de junio, y así como es el momento culminante de dos años de catecismo, también es un momento de despedida, los catequistas nos despedimos de esos cuatro, cinco o seis niños que durante una hora semanal tuvimos durante esos dos años; niños con los que compartimos risas, riñas, ocurrencias, historias, anécdotas; nos cuentan sus vidas, nos hablan de sus padres, sus hermanos, tíos, amigos, abuelos...
Ayer, durante la actividad de fin de año, mientras se divertían jugando, me quede pensando lo difícil que es decir "hasta luego" cuando sabes que a la mayoría no les volverás a ver. Recordé lo que lloraba al finalizar cada año escolar, cuando tocaba que mis hijos cambiaran de profesora, esa a la que yo, como madre, le había cogido cariño y le había entregado mi pequeño gran tesoro; y me pongo a pensar, que si como madre es difícil y como catequista también, que será de aquellas personas que están con esos pequeños durante ocho horas, cinco días a la semana durante nueve meses de clases; porque yo si estoy segura que sería una de esas profesoras, que al llegar las vacaciones se me hincharían los ojos, y no precisamente por la alergia, cuando viera a todos mis pollitos dejar mi aula y pasar a otra.
Es paradojico, nunca me han gustado las despedidas, ni los grandes cambios, sin embargo, puedo resumir mi vida como una vida repleta de grandes cambios y llena de despedidas...
Nada, chicos, que se les echara mucho de menos...feliz día de comunión, espero que el cielo les bendiga con un sol radiante y disfruten mucho de ese día, hasta pronto...
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