En el colegio de los niños, todos los años celebran el día de los abuelos, con ese motivo, hoy mi hijo me preguntó que si yo sabía con que canción le acunaba su abuela, empecé a cantarle la canción con la que su abuela Yolanda le dormía, a él y a todos sus nietos, que es la misma con la que mi abuela nos dormía a todos sus nietos.
Mientras le cantaba, mi cabeza se llenó de recuerdos, pude verla sentada en su enorme mecedora de caoba, que chirriaba mientras se balanceaba, con el nieto de turno en sus gruesos y cortos brazos y volví a escuchar su voz mientras entonaba el "Duérmete mi niño".
Mi abuela era pequeña, regordeta, de manos pequeñas y dedos cortos, con el pelo largo y siempre recogido en un moño que agarraba con grandes pinzas y dos peinetas; tenía los ojos tristes y siempre llorosos, debido, creo a su problema de cataratas; sus brazos eran fuertes y cómodos, parecían como acolchados, eran el lugar perfecto para echar un largo y rico sueño.
La abuela Pura, mi abuela favorita, no sé si porque fue con la que crecí y la que conocí, o porque el vago recuerdo que tengo de la otra es con un bastón en la mano, a punto de darle un bastonazo a una niña de cuatro años; a esta, la paterna, la recuerdo con cariño, pero con la materna tengo 18 años llenos de historias.
La abuela no pegaba y tampoco dejaba que nadie le pegara a sus nietos, ni delante de ella, ni detrás tampoco; nos cantaba historias fantásticas de madres que perdían a sus hijos en la guerra o plantas de ají que lloraban al arrancarle las hojas; nos hablaba, a veces en italiano, y nos contaba como su padre, Don José Vitiello, conoció y se casó con su madre, Doña Librada Dimeglio y nos contaba, también, como el abuelo Antonio quedó prendado de ella siendo apenas una cría. Son momentos inolvidables los vividos con la abuela.
La abuela, a pesar de su torpe andar, producto de los años, sus manos cansadas y su corta vista, tenía suficiente fortaleza y empeño para cuidar sus plantas, para cocernos hermosos trajes, para tejerle pequeñas ropas a nuestras muñecas y para vestir con trajes típicos españoles a todas las muñequitas que se regalaron en nuestros cumpleaños.
La abuela era italiana, con carácter italiano y un sentido de la familia totalmente italiano; para ella la familia lo era todo, sus hijos y sus nietos eran la razón de su vida. Recuerdo que cuando se cabreaba con alguien, pagábamos todos, efecto colateral que le dicen; pero también puedo escuchar su risa y verla en las esquinas de las paredes tratando de rascarse la espalda.
A mi abuela no le gustaba el agua, había que teñirsela con algo, así conocí el agua de jagua, el guarapo de piña, las limonadas, que le preparaba la tía y le echaba en grandes jarros que metía en el congelador, y que luego ella sacaba convertidos en piedra, para que se fueran descongelando conforme pasaban las horas; así bebía "agua de jeringa" todo el día. A veces, cuando aún vivía en la Santomé, se sentaba en su balcón y cuando escuchaba pasar al señor de los "fríos fríos" le compraba un vaso eeeeenorme de frío frío de frambuesa y se sentaba en su mecedora a disfrutar de su "travesura", cual cría pequeña.
Puedo llenar páginas y páginas contando todo lo que viví y todo lo que recuerdo a su lado; a veces le digo a mis hijos "...y como decía mi abuela..."; ellos me responden "jolin, mami, tu abuela tenía frases para todo" y yo le digo, con una gran sonrisa y con mi boca llena: es que mi abuela era vieja y sabía...
Ella no era perfecta, no, no, tenía muchos defectos, como todos, pero era mi abuela y siempre, aunque estuviera enojada, nosotros eramos lo primero. Un día marchó sin hacer ruido y dejó un gran vacío en todos nosotros, ese vacío que solo puede dejar una "Madonna" como ella...
Dedicado a mi abuela y a todos aquellos que, como yo, tienen o tuvieron una abuela fuera de serie...
Mientras le cantaba, mi cabeza se llenó de recuerdos, pude verla sentada en su enorme mecedora de caoba, que chirriaba mientras se balanceaba, con el nieto de turno en sus gruesos y cortos brazos y volví a escuchar su voz mientras entonaba el "Duérmete mi niño".
Mi abuela era pequeña, regordeta, de manos pequeñas y dedos cortos, con el pelo largo y siempre recogido en un moño que agarraba con grandes pinzas y dos peinetas; tenía los ojos tristes y siempre llorosos, debido, creo a su problema de cataratas; sus brazos eran fuertes y cómodos, parecían como acolchados, eran el lugar perfecto para echar un largo y rico sueño.
La abuela Pura, mi abuela favorita, no sé si porque fue con la que crecí y la que conocí, o porque el vago recuerdo que tengo de la otra es con un bastón en la mano, a punto de darle un bastonazo a una niña de cuatro años; a esta, la paterna, la recuerdo con cariño, pero con la materna tengo 18 años llenos de historias.
La abuela no pegaba y tampoco dejaba que nadie le pegara a sus nietos, ni delante de ella, ni detrás tampoco; nos cantaba historias fantásticas de madres que perdían a sus hijos en la guerra o plantas de ají que lloraban al arrancarle las hojas; nos hablaba, a veces en italiano, y nos contaba como su padre, Don José Vitiello, conoció y se casó con su madre, Doña Librada Dimeglio y nos contaba, también, como el abuelo Antonio quedó prendado de ella siendo apenas una cría. Son momentos inolvidables los vividos con la abuela.
La abuela, a pesar de su torpe andar, producto de los años, sus manos cansadas y su corta vista, tenía suficiente fortaleza y empeño para cuidar sus plantas, para cocernos hermosos trajes, para tejerle pequeñas ropas a nuestras muñecas y para vestir con trajes típicos españoles a todas las muñequitas que se regalaron en nuestros cumpleaños.
La abuela era italiana, con carácter italiano y un sentido de la familia totalmente italiano; para ella la familia lo era todo, sus hijos y sus nietos eran la razón de su vida. Recuerdo que cuando se cabreaba con alguien, pagábamos todos, efecto colateral que le dicen; pero también puedo escuchar su risa y verla en las esquinas de las paredes tratando de rascarse la espalda.
A mi abuela no le gustaba el agua, había que teñirsela con algo, así conocí el agua de jagua, el guarapo de piña, las limonadas, que le preparaba la tía y le echaba en grandes jarros que metía en el congelador, y que luego ella sacaba convertidos en piedra, para que se fueran descongelando conforme pasaban las horas; así bebía "agua de jeringa" todo el día. A veces, cuando aún vivía en la Santomé, se sentaba en su balcón y cuando escuchaba pasar al señor de los "fríos fríos" le compraba un vaso eeeeenorme de frío frío de frambuesa y se sentaba en su mecedora a disfrutar de su "travesura", cual cría pequeña.
Puedo llenar páginas y páginas contando todo lo que viví y todo lo que recuerdo a su lado; a veces le digo a mis hijos "...y como decía mi abuela..."; ellos me responden "jolin, mami, tu abuela tenía frases para todo" y yo le digo, con una gran sonrisa y con mi boca llena: es que mi abuela era vieja y sabía...
Ella no era perfecta, no, no, tenía muchos defectos, como todos, pero era mi abuela y siempre, aunque estuviera enojada, nosotros eramos lo primero. Un día marchó sin hacer ruido y dejó un gran vacío en todos nosotros, ese vacío que solo puede dejar una "Madonna" como ella...
Dedicado a mi abuela y a todos aquellos que, como yo, tienen o tuvieron una abuela fuera de serie...
5 comentarios:
Buenisimo,, vivan las abuelas....
Muchas gracias por esto tan bonito y que me ha hecho recordar mas si puedo a mi adorada abuelita Nana,que siempre esta en mis mas dulces recuerdos porque solo una vez la vi molesta.
Ahhh que alegria que ya estes de vueltaaaa...
Cristina
La abuela que me adoptó como nieta, yo gocé de esos privilegios!!!!!! (te faltó la manita de madera..... No siempre era con la pared)
Ce Solo
Siiiii!!! Cely, si que fuiste su nieta adoptiva, aún recuerdo la riña que le cayó a Tio Andrés por haberte pegado; y si, me faltó lo de la manito de madera; me faltó los panoplazos que me daba en el hombro, sobre el lunar, pensando que era un mosquito; o las veces que me pellizco la frente sobre un lunar, pensando que era un piojo...y que tomaba las hebras de mi cabello y me decía que eran tan gruesas que se podía cocer con ellas.
Me faltaron muchas cosas, pero es que no me daría todo el blog para contar 18 años al lado de ella...
Besos!!!
Gracias Mari, no sabia que tu abuela Pura era italiana...
Por favor continua escribiendo y compartiendolo con todos tus seguidores.
Saludos,
Ynessa.
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