Ayer hable con mi madre. Con esto del confinamiento hablamos todos los días con las dos partes de la familia: madre y suegra; suegra y madre. Unas veces solo llamadas y otras videos llamadas. Creo que en este último mes hemos hablado más que en los últimos quince años, eso que siempre hemos mantenido una buena comunicación a pesar de lo lejos que estamos.
La conversación era más o menos la misma de siempre, que dependiendo de cuál de las madres llame, unas veces empieza “Tán durmiendo???!!!” y otras “Oh, mija, en qué tan…¿Ya comieron?” No importa la hora del día que sea, ese es el inicio de la llamada, luego de yo decir “hola” de este lado del teléfono. Después de quince años, ya no intento explicarles en qué hora estamos aquí si allí son las ocho de la mañana o las cinco de la tarde.
A partir de ahí la conversación puede ir por diferentes derroteros. Unas veces hablamos de los niños, otras veces del menú, algunas veces de lo que nos duele, muchas veces de la economía. En estos días el “trending” es cuarentena y coronavirus, con lo cual la llamada de mi madre termina, cito: “…bueno, mi hija, no salgan a ninguna parte…” Yo me quedo analizando la orden, advertencia, consejo y suplica y me digo a mi misma: mimisma y para dónde vas a ir, si hasta para ir al supermercado parece que tienes que ir dando explicaciones.
Ayer, como otras veces, la conversación siguió unos de esos cursos que a mi me sacan muy de mis casillas. Mi madre me preguntó, reproduzco conversación:
- ¿Qué hacen?
- Acabamos de comer
- Ay aquí todavía no hemos comido (por supuesto, porque allí eran las nueve de la mañana. Pero como dije antes, es algo que ya ni para que explicar)
- ¿Y los muchachos?
- Ahí están. Maru abajo con Toby y Jose en la cocina con su papá
- ¿Y Flobre?
- En la cocina.
- ¿Qué hace?
- Fregando
- Y quién cocino
- Flobre.
A partir de este momento la conversación se había vuelto en contra mía. Flobre cocinando y Flobre fregando es algo que se escapa totalmente de la imaginación de mi madre. Ya aquí, mis pelos estaban crispados, mis latidos se habían acelerado y se me había metido ese calor en la nuca que siempre, SIEMPRE presagia malas respuestas.
Hay cosas que no dejan de superarme, a pesar de los años, de las canas y la madurez. Primero, el tercer grado al que me someten, una u otra, cada cierto tiempo; segundo, el momento en el que me convierto en una abusadora porque mi marido está en la cocina haciendo algo que a él le gusta y a mi en cambio me gusta más bien nada. Soy más de obrador, de masas, harinas, bizcochos, “…pero eso no se hace todos los días, cocinar sí, y el pobre siempre que yo llamo está cocinando…” Casi le respondo, coooooño, pues llama a otra hora, cuando él este durmiendo y yo tejiendo, por ejemplo!!! Pero claro, me imagino que tejer tampoco cuenta, porque al igual que la pastelería es un hobby, mientras que la cocina viene siendo una obligación. Por toda respuesta dije “mami, aquí las tareas están bien repartidas hace años…”
Hay cosas que no dejan de superarme, a pesar de los años, de las canas y la madurez. Primero, el tercer grado al que me someten, una u otra, cada cierto tiempo; segundo, el momento en el que me convierto en una abusadora porque mi marido está en la cocina haciendo algo que a él le gusta y a mi en cambio me gusta más bien nada. Soy más de obrador, de masas, harinas, bizcochos, “…pero eso no se hace todos los días, cocinar sí, y el pobre siempre que yo llamo está cocinando…” Casi le respondo, coooooño, pues llama a otra hora, cuando él este durmiendo y yo tejiendo, por ejemplo!!! Pero claro, me imagino que tejer tampoco cuenta, porque al igual que la pastelería es un hobby, mientras que la cocina viene siendo una obligación. Por toda respuesta dije “mami, aquí las tareas están bien repartidas hace años…”
Pues mira tú por donde, hoy el almuerzo lo hago yo. Claro que esto no contará, porque son tres elaboraciones contadas las que yo tengo a bien hacer: uno, la tortilla de patata, que es lo que toca hoy “porque tú eres que sabes darle la vuelta”; dos la lasagna, “porque tú eres que sabes hacerla”; tres, arroz con pollo “porque como a ti te queda no le queda a nadie” y últimamente el pan tumaca “porque tú eres que le das el toque”.
Ya ves tú que difícil es hacer estos platos, sin embargo, el cocinero designado en mi casa le gusta que sea yo quien los haga. Así como yo prefiero que sea él que haga las pastas, legumbres, carnes y arroz,
Que yo puedo cocer unas legumbres, sí; que me queda bastante bien la carne guisada, también; que si tengo que hacer arroz o pastas, los hago y lo saco con notas, por supuesto, pero prefiero que los haga él, porque como a él no le queda a nadie.
Él también tiene elaboraciones dentro de mi área que se le dan mejor que a mi; el pan de maíz, por ejemplo, es algo que nunca he hecho, porque prefiero que lo haga él, y no porque yo no sepa hacerlo, si no porque a él le queda mejor. Pero esto, como el asunto de la diferencia de hora, tampoco vale la pena explicarlo. Me saca la piedra, pero ya ni enfadarse es bueno, porque hay cosas que nunca van a cambiar.
Hoy, después de cocinar, le saqué una foto a las tortillas y se la envié con una nota que dice: MAMI, HOY COCINÉ YO. Esperé, teléfono en mano y con más nervios que en la universidad, el resultado de ese examen. Porque tengo que decirlo, nunca he tenido profesor más exigente que esa mujer que me cosió las alas y me empujo a volar. La llamada llegó. Primero confirmó con Flobre que la tortilla la había hecho yo. Sí, le dio trabajo creerlo. Luego de confirmarlo, me felicitó porque “…esa tortilla. Te quedó muy linda. Ya a mi no me quedan así…” ¡¡¡Había pasado el examén!!!
Por un momento pensé que me iba a preguntar cómo la hacía, a lo que iba a responderle como te vi haciéndola toda la vida. Y es que, y aquí viene lo bueno, mi madre muy cocinera no es. Creo que yo, a pesar de lo que ella cree o se imagina, cocino más y mejor que ella, porque me atrevo con más platos. Ahora hay dos cosas que a esa señora se le dan de lujo: uno la tortilla española, que no consigo que me quede como a ella y dos, el pudín de pan, que no ha sido superado por ninguno que yo haya probado, incluyendo el mío. Recuerdo de pequeña, cuando la vida era simple, sentarme con ella a “ayudarla” unas veces a batir los huevos para la tortilla y otras veces a cortar el pan para el pudín de pan.
Estas llamadas diarias me dan la vida. A veces nos reímos, otras veces discutimos. Muchas veces ella se desahoga y yo escucho, otras ella pregunta y yo le contesto. Me hacen sentir como cualquier día cuando yo iba a casa de mis padres, que según como soplara el viento, terminábamos la fiesta en paz o enojadas una con la otra...
...Igual la cuarentena me pone nostalgica. Igual no.
...Igual la cuarentena me pone nostalgica. Igual no.
1 comentario:
¡Excelente, María Teresa! Gracias por esa bocanada de aire fresco en medio de este encierro voluntario, pero no por ello menos desesperante. Pregúntale a Flobre que cuál es el menú para mañana ����������. Un abrazo.
Alexis Guerrero
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