Hace unos días prometí que contaría la historia envuelta en este adorno de la cabeza, pero entre lo cansada que terminé de la graduación y la gripe que me agarró no había podido pasarme por aquí.
Otra cosa que me frenaba un poco es el maravilloso regalo que me hizo mi hermana Angie al compartir conmigo el libro de vida de Amelia, mi sobrina, un proyecto del último año de colegio y que empecé a leer con los ojos llenos de nubes y terminé con ellos llenos de lluvia.
Como no sabía por cuál tema decidirme, me he decidido por los dos, que por cosas de la vida y la distancia, van unidos por un fino hilo llamado nostalgia; porque es la nostalgia la que, al fin y al cabo, inspira ambas historias.
Empezaré con el adorno del pelo que lució María Eugenia el día de su graduación, es una pieza "vintage" como se le llama ahora a las cosas de las abuelas, que crecí viendo en mi familia, escondida en la "gaveta de la tía Lourdes", esa gaveta que a mi me encantaba explorar porque estaba llena de cosas maravillosas: collares, anillos, pendientes, brazaletes, gafas de sol, adornos para el pelo..., todo con lo que yo soñaba algún día lucir. Pero como yo, habían dos más, porque es que somos tres hermanas que crecimos viendo y admirando las "cosas" de la tía, y este gancho, o uno como este, tiene historia y miga. Estábamos las tres "enamoradas" de él, y las tres competíamos por ponerlo en nuestro pelo, cada una con sus razones poderosas, yo que era la mayor, Lourdita que era la pequeña y Angie que era la que iba entre la mayor y la pequeña, en fin, que el gancho si bien no era un problema, tampoco dejaba de serlo. Crecimos viéndolo, crecimos queriendo llegar a la edad permitida para usarlo, crecimos, y el adorno creció con nosotras...
Una tarde en casa de mi suegra, sentadas en medio de un café, ella me dice que tiene algo para mi que le gustaría que yo llevara "...lo había guardado para Rosmery (su hija), pero tiene tan poco pelo que nunca se lo podrá poner, pero a tí te quedará muy bien con ese pelo tan abundante y tan negro..." me dijo; continúo diciendo que era de cuando ella era joven, que lo llevó mucho, porque ella tenía mucho pelo y le "agarraba" bien. El que me conoce bien sabe que me encantan los recuerdos de familia, que prefiero el mueble de mi abuelo a otro ultra moderno, y que guardo esos detalles como oro molido, otro punto a mi favor, según palabras de mi suegra. No puedo describir la sorpresa y emoción que me dió cuando me lo entregó, era el mismo gancho/adorno para el pelo que tenía mi tía y del que estaba enamorada desde que tenía uso de razón y por el cual ya no tendría que competir con mis hermanas. Me faltaron las palabras para decirle todo lo que pasaba por mi cabeza en ese momento, y solo pude decir: GRACIAS!!!
Lo he usado poco, porque el valor que le dí es tan grande, que solo lo uso para ocasiones realmente importante. Alguna vez que lo llevé puesto, escuché a mi mamá que me decía, con esa voz característica de cuando descubres una pequeña fechoría, mientras se acercaba lentamente a mi "Aaaaay mirala a ella, con el gancho de la tía", a lo que rápidamente le contesté negando con la cabeza "mm, mm, ese gancho no es de tía, ese me lo dió MI suegra, que tenía uno igualito, así que ahora ese gancho es mío...". No tengo que aclarar que ya no puje más por el otro gancho, porque para mi daba igual de quién había sido el que ahora era mío, para mi tenía el mismo valor y, aunque era de mi suegra, sentía que también le rendía un poquito de honor a la tía cada vez que lo llevaba puesto.
El jueves pasado, cuando Maru me dijo que Eve, mi vecina encargada de peinarla para la graduación, preguntó si tenía algún adorno para el pelo que pudiera ponerse, sin dudarlo, pensé en el "recuerdo de familia", lo busqué y le expliqué que me lo había regalado su abuela luz y que la tía Lourdes también tenía otro igual, le conté la historia que le rodeaba y le dije que era como llevar un poquito de cada una ese día a la graduación, era como tenerlas cerca a ambas, y que para la abuela Luz iba a ser una sorpresa verselo puesto "tengo que tirarte una foto para que lo vea!!!" le dije...
Tomé la foto y la envíe con un pie de foto que decía "alguien recuerda esto". Yo sabía que sí, porque de ambos lados, mis hermanas y mi cuñada, conocen esta pieza, que en las dos familias tiene historia y que ese día, orgullosa llevó mi hija y emocionada le puse yo.
El domingo, después de la graduación, cuando estaba ya lista para sentarme en mi ordenador a escribir la historia de un adorno de pelo que le debía a mi suegra, mi hermana me llamó o me escribió, no recuerdo, para decirme sobre el libro de vida de Amelia y que me lo estaba enviando por mail para que lo leyera. Deje lo que estaba haciendo, porque estaba segura que podía esperar, porque para yo contar siempre tengo tiempo, pero para leer lo que mi sobrina contaba, ya me estaba faltando. Mientras lo leía descubrí, con los ojos aguachapados que a esa pequeña le gusta la misma peli que a mi, que tampoco lleva cicatrices de guerra y que no se ha roto ningún hueso, igual que yo, su tía.
Y porqué me emocionan estas cosas tan simples, sencillo: primero, no he podido influenciarla para que vea y le guste "Sixteen candles", nuestra peli favorita, porque he estado "ausente" los últimos once años de su vida, con lo cual, Angie, queda demostrado que lo que se hereda no se hurta, hasta "el mal gusto" por las películas. Lo siento.
Segundo, porque los logros de esta pequeña son también mis logros, porque ésta pequeña no es como una hija, es mi otra hija, la vi nacer, el mismo día que la mía (la vi es un decir, que yo estaba en mis cosas, mientras ella llegaba al mundo), la vi dar sus primeros pasos, la vi entrar al colegio el primer día de clases, estuve cuando enfermó, escuché sus primeras palabras, sus primeras risas, cuidé alguna vez sus fiebres, y hasta llegué a amamantarla, en un intento desesperado de su madre porque se alimentara de leche materna...igual que a Maru, exactamente igual, lo único que a Maru me la pude traer cuando me fuí tan lejos, y a ella tuve que abrazarla y dejarla entre lágrimas. Era mi tercera mochilita, siempre conmigo, me la llevaba a todas partes, porque no concebía salir con mis hijos dejándola a ella, porque ella era tan mía como los míos. Alguna vez alguien me preguntó ¿¿¿Son todos tuyos??? refieriéndose a los tres enanos que daban vueltas alrededor mío, y yo, ni corta ni perezosa contesté "sí, porque a esa nada mas me faltó parirla".
Y el lugar donde convergen ambas historias, ya lo dije al principio, es esa línea fina llamada nostalgia. La nostalgia que evoca un simple adorno para el pelo y que te lleva a creer que a través de él podemos tener a los nuestros más cerca. La nostalgia de ver graduarse a una tan lejos de la otra; la nostalgia que te trae a la memoria aquella mañana de septiembre de hace casi dieciséis años, cuando entrábamos por primera vez al Babeque, llevando de la mano a nuestros pequeños tesoros, que creíamos que como iniciaban ese camino juntas, juntas lo iban a terminar; la nostalgia que da la distancia y tantas ausencias; la nostalgia de unos por querer estar aquí el viernes pasado y la nostalgia de otros por querer estar allí el mes que viene, o el año pasado o el año que viene...esa nostalgia que oprime cada momento especial, cada paso que dan a los que vimos nacer, cada cumpleaños, cada logro o cada fracaso.
Un libro de vida, un adorno para el pelo, dos graduaciones, dos historias, todo tan unido, todo tan separado...
Por lo que pudo ser y ya no fue.
4 comentarios:
Si digo que me emocioné, miento. Literalmente llorando. Precioso, mi Mari, mi socia, mi gemela.
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Llorando de emoción. De los mas bonito que has escrito, mi socia.
Ana Maria Herena
Qué bien escribes. Has conseguido emocionarme a esta hora tan temprana. Y ahora, ¿cómo voy yo a dar una clase de latín? Algo se me ocurrirá para traer a colación el valor de las vivencias, recuerdos y objetos del pasado...
Un abrazo.
Gracias mil!!!
Hermoso relato digno de ti!! Bendiciones!1
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