Hace un tiempo escribí algo sobre la familia y decía que la familia es esa que está contigo en los cumpleaños y en los funerales, en las fiestas y en los hospitales, cuando lloras y cuando ríes; esa con la que te peleas, pero con la que sabes que cuentas siempre; la familia son las tortillas españolas, las albóndigas y las habichuelas de la tía Lourdes, los panes con tomates y los yaniqueques y el café de Tico. Esta es mi familia, sin propiedades, sin herencia, sin dinero; españoles, dominicanos e italianos todos unidos en las buenas y en las malas, sin importar las distancias.
Con esta familia, mi familia, hubo una época en la que nos dio por hacer turismo interno por nuestra pequeña y hermosa isla; nuestro primer gran recorrido fue por la costa norte. Era el año 1995, finales de febrero, y era un fin de semana largo por el carnaval y las fiestas patrias, hablo del sábado 25, domingo 26 y lunes 27 de febrero.
Nos reunimos en casa de Tico y Vanessa el 23 de febrero en la tarde para hablar del viaje y los detalles, me acuerdo de éste día por dos razones importantes, la primera porque es el cumple de mami, la segunda es fuente suficiente para otra entrada, por lo que será contada algún otro día; después de mucho conversar y conversar y de escuchar una y otra vez a Berrido, en ese momento la pareja de mi prima, hablando de la diferencia del transporte urbano y el transporte rural, y luego de que el viaje estuvo suspendido y casi cancelado, llegamos a ponernos de acuerdo: Saldríamos el sábado temprano, todos juntos, y tía Thamara sería la encargada de ubicar el hotel, algo pequeño y en el pueblo, porque hospedarnos en un hotel de playa nos salía muy costoso y la idea era divertirnos al máximo con el mínimo de gasto. Terminó la reunión cada uno sabiendo lo que tenía que hacer y con el día, el lugar y la hora en la que nos reuniríamos para iniciar nuestro viaje.
El sábado temprano, nos reunimos todos en casa de mami, éramos, no sé cuanto éramos, pero ahora mismo los nombro uno a uno: tío Mundo, tía Tati, Purita, Evelyn, Carolina, Mundito (no recuerdo a ciencia cierta que estuvieras Mundito, corríjanme si me equivoco) y Rudy; papi, mami, tía Lourdes, Angie, Lourdita, Alex y yo; Mayra y Daniela; Thamara, Berrido, Víctor Manuel y Dharma; Vanessa, Tico, Italina, Huascar, Felo y Cristina; tía Thamara, Tony, Leandro y Daniel (algunos de estos ya no están en la familia, aunque algunos son padres de miembros muy queridos e importantes); no recuerdo si Doña Oneyda y tía Sura también andaban, espero confirmación de alguno de los de arriba.
Como pueden ver nos apuntamos unos cuantos al viaje, y nos repartimos en unos cuantos carros, si, si, carro, porque allí es carro y no coche como aquí, los carros que iban son: el de tío Mundo, Berrido, Tico que aportó dos, papi, tía Thamara y el de Thamara; partimos el sábado en la mañana rumbo a Puerto Plata todos juntos en loca caravana; no se pueden imaginar ustedes la cara de los que nos miraban, cuando parábamos en medio de la carretera (siiii que en República Dominicana esto se puede hacer y no viene la guardia civil a joribiarte el viaje), uno detrás del otro, para tomar agua, refresco o para comer pan con jamón y queso, tortilla o patatas de bolsa, que para eso iba el baúl del carro de papi “timbi” de to’.
Páramos varias veces en el camino, bajo la mirada atónita de los transeúntes; en una de estas, nos tocó parar en un pueblo, porque varios de nosotros teníamos necesidades fisiológicas importantes que resolver; era un pueblo pequeño con lo básico para vivir, no tenían sanitarios, por lo que tuvimos que hacer uso de las letrinas de los paisanos, que no digo yo que no estuvieran algo aturdidos, asustados o paniquiao’ al ver esta turba de gente que invadió sus casitas; fuimos entrando uno a uno, hasta que llegó el turno de Berrido, quien estaba en la letrina, ya saben, haciendo lo que se hace en una letrina, cuando las cuatro hojas de zinc que hacían de pared de ésta cayeron al suelo, no sabemos bien porque, si fue que Berrido se apoyo en ellas, o que vino el lobo y sopló y sopló; el caso es que el Dr. Berrido quedó al descubierto total en el momento mas íntimo y privado de cualquier ser humano, por menos que quisimos reírnos, las carcajadas no faltaron.
Seguimos nuestro camino, seguros de que llegaríamos al hotel y podríamos comer y descansar algo; aaaaamigos, cuando llegamos al hotel reservado para nosotros, ¿qué encontramos?, ya les cuento yo lo que encontramos: llegamos y resulta que las habitaciones dobles, eran dos camas de una plaza (90 cm.), separadas por 10 centímetros entre ellas y con unos colchones que parecía los había llevado Colón en su primer viaje; en cada habitación había un cubo, que cuando se nos ocurrió preguntar que para que estaba ahí, la doña nos dijo: "eso es para cargar el agua para bañarse", no pregunten por el agua tibia, eso era una utopía; teníamos un solo baño, ya saben para 30 personas, entre ellas tres niños de cuatro años, que en lo que nos cepillábamos los dientes y nos bañábamos una a una, ya nos iba a llegar el día de regresarnos; tía Thamara, la pobre, no sabía bien qué decir, después de todo, ella fue la encargada de buscar el lugar; a tío Mundo casi le da lo que andaba, y estaban todos los hombres esperando fuera en lo que las mujeres se ponían de acuerdo en cómo programarían los horarios para entrar al baño y salir algún día de allí; yo por lo pronto ya estaba decidida a dormir en el carro de papi, que por mucho estaría más cómodo que las camas que nos tocaban y de bañarme, ja!!! Ya me bañaría yo cuando regresara a mi casa, así oliera a “chimicuito”, a ver quién me iba a hacer entrar en aquel baño y posar mis pies en la bañera, lo de cepillarse los dientes lo llevaba bien, lo demás no sabía cómo lo resolvería, pues si no pensaba posar los pies, mucho menos pensaba posar lo demás en ningún lugar de aquel baño.
Gracias a Dios que estaban Angie y Alex (el novio de Angie, mi hermana), que habían estado anteriormente en Puerto Plata y se acordaban de un pequeño hotel en el que habían estado; pues pa’lla agarramos todos, y lo cierto es que era un hotelito de lo más acogedor, parecía una casa grande con muchas habitaciones, tenía un pequeño lobby o salón decorado con mueblecitos antiguos y un pequeño televisor, que daban la sensación de que estabas en casa; lo más importante, cada habitación tenía un baño y había agua, incluso salía tibia y todo.
Ocupamos dos plantas de este hotel y nos adueñamos de la cocina y del salón, que pasó a ser nuestro desde que arribamos en él. Como teníamos que cocinar y ya era muy tarde, decidimos irnos a comer por ahí, y llegamos a una “fonda” que se puso de “bote en bote” cuando entramos nosotros, aquí comimos arroz blanco, guandules, habichuelas, carne guisá, en fin de todo un poco. Cuando terminamos, dimos un paseo por el pueblo para conocerlo y terminamos en la Playa San Souci bañándonos hasta bien entrada la tarde, casi noche; llegamos al hotel y cenamos pan con jamón y queso en nuestra cocina que ya habíamos tomado por las buenas, vimos un poco de televisión en nuestro salón y luego marchamos a dormir. Pueden imaginarse que el hotel era casi, casi nuestro, a tal punto que anulamos a los otros huésped que estaban allí.
El domingo nos levantamos temprano y nos fuimos a “buscar” una playa donde bañarnos, salimos sin rumbo y pasamos por Montecristi, allí nos detuvimos para ver los manglares, no recuerdo si llegamos a hacer el recorrido en bote entre ellos, seguro que no, porque después de todo, éramos 30 personas; llegamos a Playa Grande en Río San Juan, hermosa, de arenas blancas y unas olas espectaculares, coronada por un inmenso cielo azul; mi madre ya me había dicho antes de salir del hotel, que ni me llevara el traje de baño, porque yo no podía bañarme, pues la noche anterior había tenido fiebre, yo le dije que sí, pero mi traje de baño me lo llevé puesto; no me mal entiendan, la idea era hacerle caso a mami, pero cuando llegue y vi aquella playa, con aquellas olas y un paisaje que parecía mas bien de postal, se me olvidó que en, algún momento, había pensado en obedecerla, comencé por quitarme el reloj, mi madre al verme la actitud que me dice: “Teresa que no te puedes bañar...” y yo que le digo, no mami, no me baño, sólo voy a mojarme los pies, mientras me quitaba la ropa y me quedaba en traje de baño; ay!!! Tan linda e inocente mi madre, igual no se lo creyó, no creo que no, porque era bastante obvio lo que en adelante iba a hacer; me fui rumbo a la playa, y me metí hasta que me cubrió el cuello, cuánto gozar, cuánto me divertí, cómo lo disfruté...claro que todo tiene consecuencias, y como decía mi abuela “un gustazo, un trancazo”, el trancazo llegaría unos días más tarde, y no de mano de mi madre, no, no, de manos de la providencia o de la justicia divina, da igual como quieran llamarlo.
Regresamos al hotel bien entrada la noche, en un viaje agobiante, largo y cansado, llovía a cántaros, por lo que tuvimos que disminuir la velocidad, recuerdo que se me hizo tan largo que estuve al punto de ponerme histérica dentro del carro porque quería salir, Alex, que era el que conducía, sólo me decía “ya estamos llegando, tranquilizate”.
Al fin llegamos, y nos fuimos a bañar para luego bajar a cenar y ver algo de tele; estaba Angie o Evelyn, no recuerdo cuál era de las dos, en la ducha (dormíamos nosotras tres con Caro y Lourdita en la misma habitación), cuando se fue el agua, Angie o Evelyn, tuvo que salir enjabonada, de pies a cabeza, al medio del pasillo a dar voces para que le subieran agua para quitarse el jabón, a duras penas la pudimos escuchar, imagínense a treinta personas: españoles, italianos y dominicanos, tratando de hablar, a cuál de los tres grupos grite más; cuando estuvimos todos bañados y cenados, nos pusimos a ver televisión, hasta que uno a uno decidió marchar a dormir, pues al otro día dejábamos el hotel, pero antes de regresarnos a casita, iríamos a conocer Samaná y sus playas.
El lunes madrugamos para empacar nuestras cosas y subir todo a los vehículos, desayunamos y nos despedimos de los dueños del hotel, dándoles las gracias por todo y con la promesa de que volveríamos en otro viaje; como dije, nos fuimos rumbo a Samaná, para llegar allí, tuvimos que pasar algunas montañas, que nos regalaron mas de un paisaje espectacular, y a mami más de un susto, que no se atrevió a bajarse del carro, ni siquiera para tomarse la foto de familia al borde de un precipicio, con la bahía de Samaná detrás, el contraste del verde y el azul nos regaló una foto de familia maravillosa.
Llegamos a la playa, esta vez ya no me dijeron que no me bañaran, total ya el desastre estaba hecho; la playa era hermosa, con arenas blancas y aguas cristalinas, y una tranquilidad que daba la sensación que el mundo estaba muy, muy lejos.
Llegó el momento de marcharnos y decidimos entrar al pueblo de Samaná, a comer pescado con coco, con tanta suerte que ni pescado, ni coco, estaban de fiesta y no había un alma en las calles; encontramos una panadería abierta y entramos toooooodos a comprar pan, dejando una vez más a los dependientes con los ojos a cuadritos, nos llevamos todo lo que había, ósea, que la panadería ese día hizo su agosto con la turba. Lourdita y Caro, que en ese entonces eran dos renacuajas, pidieron ir al baño, y entramos hasta el salón de una casa para que nos prestarán el baño, como la gente de mi país es tan amable y nosotros teníamos tanto morro, nos lo dejaron sin ningún reparo.
Emprendimos el viaje de regreso a la capital, en el que nos encontramos con comparsas celebrando nuestra fiesta de carnaval.
Llegamos a casa agotados y muy cansados, pero con la sensación de haber pasado unos días inolvidables e irrepetibles, regresamos a prepararnos para al otro día ir a trabajar y los niños regresar al colegio.
Todos volvimos a nuestro diario vivir, y se acuerdan de mi baño de playa encima de la cabeza de mi madre, y del trancazo del que les hablé, pues bien, resulta que estaba yo trabajando cuando siento un pequeño picor en los labios, mi compañera de trabajo, me dice que eso es un herpes y me dice que me compre una crema para parar su crecimiento, les juro que era la primera vez en mi vida que escuchaba la palabra “herpes”, nunca me había dado ni por asomo algo así; llamé a mi padre para que me la comprara de camino a casa, esa noche era la despedida de mami de sus compañeros de trabajos, pues dejaba la compañía después de 30 y tantos años de trabajo; yo fui tranquila a mi fiesta, eso sí con mi labio embatuzado de la crema, era la primera vez que me salía una cosa de esas y mucha experiencia no tenía yo, la verdad; marché a dormir con la certeza de que la cremita había hecho su trabajo y al otro día la cosa esa que tenía en el labio habría desparecido; Vaya sorpresa la mía, cuando me levanto para irme a trabajar, entro al baño y me miro en el espejo, no se imaginan ustedes lo que parecía yo, el labio me había crecido hasta la nariz, me veía como la mujer elefante; le dije a papi, mira yo hoy no voy a trabajar, porque parezco un mono de feria, y me acosté otra vez en mi cama; cuando mi madre me vio, puso el grito al cielo, miren a ver si estaba yo guapa con mi labio a lo Angelina Jolie, llamó a Thamara, la prima médico de la famila, para que me fuera a ver.
Resultado un herpes alérgico a causa del sol y la fiebre, complicado con paperas del lado derecho de la cara; ja, ja, ja, una semana sin trabajar con el labio mas grande que el de la mona Chita, no podía ni comer, el labio no me lo podía cubrir de lo enoooorme que estaba; me pusieron bajo tratamiento de antibióticos y me dejaron en cama; y allí que fueron mis primas Purita y Evelyn a visitarme y cuando me vieron no dejaron de hacer bromas al respecto, cosas como : “priiiiima y ese labio tan sexy...”, con ellas me reí, hasta que llegó papi y me dijo: “Mija, usted si está fea...”, ya estaba en el segundo día de tratamiento y, hasta ese momento, no me había vuelto a parar frente al espejo, pero al decirme papi eso fui a verme, y comencé a llorar porque “mira lo fea que estoy...” “parezco la mujer elefante...” “ya me voy a quedar así para siempre...”, etc., etc., etc., mis hermanas y mi madre consolándome y tratando de echarme ánimos, y yo con la firme convicción de que aquello me había pasado por desobediente y de que por eso me quedaría así de guapísima para el resto de mis días.
Ya ven como si que era justicia divina lo del trancazo, desde entonces, cada vez que cojo sol o me da una calentura, ahí que viene el herpes, no con toda la premeditación y alebocia del primero, pero jamás me he podido deshacer de tan molesto bicharajo; eso si, el labio volvió a su lugar, gracias a Dios, y yo volví a ser la de siempre, para tranquilidad mía.
Hicimos varios viajes más juntos, pero ninguno igual a este, eran mas bien paseos de ida y vuelta; este viaje fue inolvidable, único y muy especial y el año 1995 fue un año espectacular en donde compartimos muuuuchas cosas como familia. En este año nació el bebo, primer nieto de sus abuelos y un sobrino para la barsa de primas, que ya estaba gestándose en este viaje que acabo de contar, pero del que no nos dimos cuenta hasta meses mas tarde, por razones que no vienen al cuento ahora. De todo esto tengo muchas fotos, pero están donde está la otra parte de mi vida, junto a todos y cada uno de los recuerdos maravillosos que conservo en la memoria y junto a esa familia, que pase lo que pase, permanece unida.
Por aquellos días que no volverán...
Con esta familia, mi familia, hubo una época en la que nos dio por hacer turismo interno por nuestra pequeña y hermosa isla; nuestro primer gran recorrido fue por la costa norte. Era el año 1995, finales de febrero, y era un fin de semana largo por el carnaval y las fiestas patrias, hablo del sábado 25, domingo 26 y lunes 27 de febrero.
Nos reunimos en casa de Tico y Vanessa el 23 de febrero en la tarde para hablar del viaje y los detalles, me acuerdo de éste día por dos razones importantes, la primera porque es el cumple de mami, la segunda es fuente suficiente para otra entrada, por lo que será contada algún otro día; después de mucho conversar y conversar y de escuchar una y otra vez a Berrido, en ese momento la pareja de mi prima, hablando de la diferencia del transporte urbano y el transporte rural, y luego de que el viaje estuvo suspendido y casi cancelado, llegamos a ponernos de acuerdo: Saldríamos el sábado temprano, todos juntos, y tía Thamara sería la encargada de ubicar el hotel, algo pequeño y en el pueblo, porque hospedarnos en un hotel de playa nos salía muy costoso y la idea era divertirnos al máximo con el mínimo de gasto. Terminó la reunión cada uno sabiendo lo que tenía que hacer y con el día, el lugar y la hora en la que nos reuniríamos para iniciar nuestro viaje.
El sábado temprano, nos reunimos todos en casa de mami, éramos, no sé cuanto éramos, pero ahora mismo los nombro uno a uno: tío Mundo, tía Tati, Purita, Evelyn, Carolina, Mundito (no recuerdo a ciencia cierta que estuvieras Mundito, corríjanme si me equivoco) y Rudy; papi, mami, tía Lourdes, Angie, Lourdita, Alex y yo; Mayra y Daniela; Thamara, Berrido, Víctor Manuel y Dharma; Vanessa, Tico, Italina, Huascar, Felo y Cristina; tía Thamara, Tony, Leandro y Daniel (algunos de estos ya no están en la familia, aunque algunos son padres de miembros muy queridos e importantes); no recuerdo si Doña Oneyda y tía Sura también andaban, espero confirmación de alguno de los de arriba.
Como pueden ver nos apuntamos unos cuantos al viaje, y nos repartimos en unos cuantos carros, si, si, carro, porque allí es carro y no coche como aquí, los carros que iban son: el de tío Mundo, Berrido, Tico que aportó dos, papi, tía Thamara y el de Thamara; partimos el sábado en la mañana rumbo a Puerto Plata todos juntos en loca caravana; no se pueden imaginar ustedes la cara de los que nos miraban, cuando parábamos en medio de la carretera (siiii que en República Dominicana esto se puede hacer y no viene la guardia civil a joribiarte el viaje), uno detrás del otro, para tomar agua, refresco o para comer pan con jamón y queso, tortilla o patatas de bolsa, que para eso iba el baúl del carro de papi “timbi” de to’.
Páramos varias veces en el camino, bajo la mirada atónita de los transeúntes; en una de estas, nos tocó parar en un pueblo, porque varios de nosotros teníamos necesidades fisiológicas importantes que resolver; era un pueblo pequeño con lo básico para vivir, no tenían sanitarios, por lo que tuvimos que hacer uso de las letrinas de los paisanos, que no digo yo que no estuvieran algo aturdidos, asustados o paniquiao’ al ver esta turba de gente que invadió sus casitas; fuimos entrando uno a uno, hasta que llegó el turno de Berrido, quien estaba en la letrina, ya saben, haciendo lo que se hace en una letrina, cuando las cuatro hojas de zinc que hacían de pared de ésta cayeron al suelo, no sabemos bien porque, si fue que Berrido se apoyo en ellas, o que vino el lobo y sopló y sopló; el caso es que el Dr. Berrido quedó al descubierto total en el momento mas íntimo y privado de cualquier ser humano, por menos que quisimos reírnos, las carcajadas no faltaron.
Seguimos nuestro camino, seguros de que llegaríamos al hotel y podríamos comer y descansar algo; aaaaamigos, cuando llegamos al hotel reservado para nosotros, ¿qué encontramos?, ya les cuento yo lo que encontramos: llegamos y resulta que las habitaciones dobles, eran dos camas de una plaza (90 cm.), separadas por 10 centímetros entre ellas y con unos colchones que parecía los había llevado Colón en su primer viaje; en cada habitación había un cubo, que cuando se nos ocurrió preguntar que para que estaba ahí, la doña nos dijo: "eso es para cargar el agua para bañarse", no pregunten por el agua tibia, eso era una utopía; teníamos un solo baño, ya saben para 30 personas, entre ellas tres niños de cuatro años, que en lo que nos cepillábamos los dientes y nos bañábamos una a una, ya nos iba a llegar el día de regresarnos; tía Thamara, la pobre, no sabía bien qué decir, después de todo, ella fue la encargada de buscar el lugar; a tío Mundo casi le da lo que andaba, y estaban todos los hombres esperando fuera en lo que las mujeres se ponían de acuerdo en cómo programarían los horarios para entrar al baño y salir algún día de allí; yo por lo pronto ya estaba decidida a dormir en el carro de papi, que por mucho estaría más cómodo que las camas que nos tocaban y de bañarme, ja!!! Ya me bañaría yo cuando regresara a mi casa, así oliera a “chimicuito”, a ver quién me iba a hacer entrar en aquel baño y posar mis pies en la bañera, lo de cepillarse los dientes lo llevaba bien, lo demás no sabía cómo lo resolvería, pues si no pensaba posar los pies, mucho menos pensaba posar lo demás en ningún lugar de aquel baño.
Gracias a Dios que estaban Angie y Alex (el novio de Angie, mi hermana), que habían estado anteriormente en Puerto Plata y se acordaban de un pequeño hotel en el que habían estado; pues pa’lla agarramos todos, y lo cierto es que era un hotelito de lo más acogedor, parecía una casa grande con muchas habitaciones, tenía un pequeño lobby o salón decorado con mueblecitos antiguos y un pequeño televisor, que daban la sensación de que estabas en casa; lo más importante, cada habitación tenía un baño y había agua, incluso salía tibia y todo.
Ocupamos dos plantas de este hotel y nos adueñamos de la cocina y del salón, que pasó a ser nuestro desde que arribamos en él. Como teníamos que cocinar y ya era muy tarde, decidimos irnos a comer por ahí, y llegamos a una “fonda” que se puso de “bote en bote” cuando entramos nosotros, aquí comimos arroz blanco, guandules, habichuelas, carne guisá, en fin de todo un poco. Cuando terminamos, dimos un paseo por el pueblo para conocerlo y terminamos en la Playa San Souci bañándonos hasta bien entrada la tarde, casi noche; llegamos al hotel y cenamos pan con jamón y queso en nuestra cocina que ya habíamos tomado por las buenas, vimos un poco de televisión en nuestro salón y luego marchamos a dormir. Pueden imaginarse que el hotel era casi, casi nuestro, a tal punto que anulamos a los otros huésped que estaban allí.
El domingo nos levantamos temprano y nos fuimos a “buscar” una playa donde bañarnos, salimos sin rumbo y pasamos por Montecristi, allí nos detuvimos para ver los manglares, no recuerdo si llegamos a hacer el recorrido en bote entre ellos, seguro que no, porque después de todo, éramos 30 personas; llegamos a Playa Grande en Río San Juan, hermosa, de arenas blancas y unas olas espectaculares, coronada por un inmenso cielo azul; mi madre ya me había dicho antes de salir del hotel, que ni me llevara el traje de baño, porque yo no podía bañarme, pues la noche anterior había tenido fiebre, yo le dije que sí, pero mi traje de baño me lo llevé puesto; no me mal entiendan, la idea era hacerle caso a mami, pero cuando llegue y vi aquella playa, con aquellas olas y un paisaje que parecía mas bien de postal, se me olvidó que en, algún momento, había pensado en obedecerla, comencé por quitarme el reloj, mi madre al verme la actitud que me dice: “Teresa que no te puedes bañar...” y yo que le digo, no mami, no me baño, sólo voy a mojarme los pies, mientras me quitaba la ropa y me quedaba en traje de baño; ay!!! Tan linda e inocente mi madre, igual no se lo creyó, no creo que no, porque era bastante obvio lo que en adelante iba a hacer; me fui rumbo a la playa, y me metí hasta que me cubrió el cuello, cuánto gozar, cuánto me divertí, cómo lo disfruté...claro que todo tiene consecuencias, y como decía mi abuela “un gustazo, un trancazo”, el trancazo llegaría unos días más tarde, y no de mano de mi madre, no, no, de manos de la providencia o de la justicia divina, da igual como quieran llamarlo.
Regresamos al hotel bien entrada la noche, en un viaje agobiante, largo y cansado, llovía a cántaros, por lo que tuvimos que disminuir la velocidad, recuerdo que se me hizo tan largo que estuve al punto de ponerme histérica dentro del carro porque quería salir, Alex, que era el que conducía, sólo me decía “ya estamos llegando, tranquilizate”.
Al fin llegamos, y nos fuimos a bañar para luego bajar a cenar y ver algo de tele; estaba Angie o Evelyn, no recuerdo cuál era de las dos, en la ducha (dormíamos nosotras tres con Caro y Lourdita en la misma habitación), cuando se fue el agua, Angie o Evelyn, tuvo que salir enjabonada, de pies a cabeza, al medio del pasillo a dar voces para que le subieran agua para quitarse el jabón, a duras penas la pudimos escuchar, imagínense a treinta personas: españoles, italianos y dominicanos, tratando de hablar, a cuál de los tres grupos grite más; cuando estuvimos todos bañados y cenados, nos pusimos a ver televisión, hasta que uno a uno decidió marchar a dormir, pues al otro día dejábamos el hotel, pero antes de regresarnos a casita, iríamos a conocer Samaná y sus playas.
El lunes madrugamos para empacar nuestras cosas y subir todo a los vehículos, desayunamos y nos despedimos de los dueños del hotel, dándoles las gracias por todo y con la promesa de que volveríamos en otro viaje; como dije, nos fuimos rumbo a Samaná, para llegar allí, tuvimos que pasar algunas montañas, que nos regalaron mas de un paisaje espectacular, y a mami más de un susto, que no se atrevió a bajarse del carro, ni siquiera para tomarse la foto de familia al borde de un precipicio, con la bahía de Samaná detrás, el contraste del verde y el azul nos regaló una foto de familia maravillosa.
Llegamos a la playa, esta vez ya no me dijeron que no me bañaran, total ya el desastre estaba hecho; la playa era hermosa, con arenas blancas y aguas cristalinas, y una tranquilidad que daba la sensación que el mundo estaba muy, muy lejos.
Llegó el momento de marcharnos y decidimos entrar al pueblo de Samaná, a comer pescado con coco, con tanta suerte que ni pescado, ni coco, estaban de fiesta y no había un alma en las calles; encontramos una panadería abierta y entramos toooooodos a comprar pan, dejando una vez más a los dependientes con los ojos a cuadritos, nos llevamos todo lo que había, ósea, que la panadería ese día hizo su agosto con la turba. Lourdita y Caro, que en ese entonces eran dos renacuajas, pidieron ir al baño, y entramos hasta el salón de una casa para que nos prestarán el baño, como la gente de mi país es tan amable y nosotros teníamos tanto morro, nos lo dejaron sin ningún reparo.
Emprendimos el viaje de regreso a la capital, en el que nos encontramos con comparsas celebrando nuestra fiesta de carnaval.
Llegamos a casa agotados y muy cansados, pero con la sensación de haber pasado unos días inolvidables e irrepetibles, regresamos a prepararnos para al otro día ir a trabajar y los niños regresar al colegio.
Todos volvimos a nuestro diario vivir, y se acuerdan de mi baño de playa encima de la cabeza de mi madre, y del trancazo del que les hablé, pues bien, resulta que estaba yo trabajando cuando siento un pequeño picor en los labios, mi compañera de trabajo, me dice que eso es un herpes y me dice que me compre una crema para parar su crecimiento, les juro que era la primera vez en mi vida que escuchaba la palabra “herpes”, nunca me había dado ni por asomo algo así; llamé a mi padre para que me la comprara de camino a casa, esa noche era la despedida de mami de sus compañeros de trabajos, pues dejaba la compañía después de 30 y tantos años de trabajo; yo fui tranquila a mi fiesta, eso sí con mi labio embatuzado de la crema, era la primera vez que me salía una cosa de esas y mucha experiencia no tenía yo, la verdad; marché a dormir con la certeza de que la cremita había hecho su trabajo y al otro día la cosa esa que tenía en el labio habría desparecido; Vaya sorpresa la mía, cuando me levanto para irme a trabajar, entro al baño y me miro en el espejo, no se imaginan ustedes lo que parecía yo, el labio me había crecido hasta la nariz, me veía como la mujer elefante; le dije a papi, mira yo hoy no voy a trabajar, porque parezco un mono de feria, y me acosté otra vez en mi cama; cuando mi madre me vio, puso el grito al cielo, miren a ver si estaba yo guapa con mi labio a lo Angelina Jolie, llamó a Thamara, la prima médico de la famila, para que me fuera a ver.
Resultado un herpes alérgico a causa del sol y la fiebre, complicado con paperas del lado derecho de la cara; ja, ja, ja, una semana sin trabajar con el labio mas grande que el de la mona Chita, no podía ni comer, el labio no me lo podía cubrir de lo enoooorme que estaba; me pusieron bajo tratamiento de antibióticos y me dejaron en cama; y allí que fueron mis primas Purita y Evelyn a visitarme y cuando me vieron no dejaron de hacer bromas al respecto, cosas como : “priiiiima y ese labio tan sexy...”, con ellas me reí, hasta que llegó papi y me dijo: “Mija, usted si está fea...”, ya estaba en el segundo día de tratamiento y, hasta ese momento, no me había vuelto a parar frente al espejo, pero al decirme papi eso fui a verme, y comencé a llorar porque “mira lo fea que estoy...” “parezco la mujer elefante...” “ya me voy a quedar así para siempre...”, etc., etc., etc., mis hermanas y mi madre consolándome y tratando de echarme ánimos, y yo con la firme convicción de que aquello me había pasado por desobediente y de que por eso me quedaría así de guapísima para el resto de mis días.
Ya ven como si que era justicia divina lo del trancazo, desde entonces, cada vez que cojo sol o me da una calentura, ahí que viene el herpes, no con toda la premeditación y alebocia del primero, pero jamás me he podido deshacer de tan molesto bicharajo; eso si, el labio volvió a su lugar, gracias a Dios, y yo volví a ser la de siempre, para tranquilidad mía.
Hicimos varios viajes más juntos, pero ninguno igual a este, eran mas bien paseos de ida y vuelta; este viaje fue inolvidable, único y muy especial y el año 1995 fue un año espectacular en donde compartimos muuuuchas cosas como familia. En este año nació el bebo, primer nieto de sus abuelos y un sobrino para la barsa de primas, que ya estaba gestándose en este viaje que acabo de contar, pero del que no nos dimos cuenta hasta meses mas tarde, por razones que no vienen al cuento ahora. De todo esto tengo muchas fotos, pero están donde está la otra parte de mi vida, junto a todos y cada uno de los recuerdos maravillosos que conservo en la memoria y junto a esa familia, que pase lo que pase, permanece unida.
Por aquellos días que no volverán...
Perdonen si me equivoco con los nombres de los lugares, tomen en cuenta que de esto hace ya 15 años y mi memoria es buena pero no milagrosa.
2 comentarios:
Miiira que yo no era tan renacuaja, ya tenia 17, casi 18 años. Y además dormíamos en una habitación Italina, Caro, Dharma y yo, creo; en otra dormían Puri, Evelyn Angie y tú. Si éramos 4 por habitación.
Recuerdo el hotel tan acogedor y de unas funditas higiénicas que tenían, que por cierto encontré un paquete en el tocador de la casa de mami hace unos días, jejeje.
También recuerdo que Angie fue a leerse las manos donde una "adivina" y esta le dijo a Angie que se casaría pronto con un hombre blanco y muy buen mozo, claro esta que se refería a Tony que andaba con ella. Luego fuiste tú y te dijo que te casarías con un joven de piel morena, en este caso Alex que era novio formal de Angie. O sea que la adivina de adivina no tenia NADA!
Aquel viaje fue inolvidable! Aquel año fue inolvidable!!
Como dice el dicho: “Recordar es vivir”
Tita
Me encanta que compartas estas cosas, no solo con tu familia sino tambien que tus amigos........... Disfrute el viaje como si hubiese estado alli.
Ana
Publicar un comentario