Ya se acerca la navidad, y no hay nada como vivir estas fiestas con la familia, creo que nunca me acostumbrare a estar lejos de los míos para esta fecha. Aquí la pasamos bien, no puedo decir que no, teniéndonos los cuatro, que mas podemos pedir. Pero si que se echa en falta el calor de la familia, las fiestas, la cena, las luces, los regalos.
Cuando empieza el mes de noviembre no puedo dejar de pensar, que mi país ya está en navidad, que mis calles están llenas de colores, luces y fiestas. Todos empiezan a prepararse para las fiestas y en las casas el árbol de navidad y el nacimiento ya son parte integrante de la familia. Y es que en Rep. Dominicana, la navidad llega pronto y se despide después de reyes. A los dominicanos nos gustan estas fiestas, y tal parece, que en esta época, olvidamos nuestros problemas por un momento y nos dedicamos solo a ser felices y a compartir todos como hermanos. No faltan las cenas de empresas, los aguinaldos, el ponche, el té de jengibre, los pasteles en hoja, el puerco en pulla, las veladas en el cole, y los niños vestidos de angelitos, pastores, Jesús y María en un nacimiento viviente que igual se repite año tras año, pero que emociona igual verlo. Da gusto pasear por las calles en este tiempo, porque en cualquier lugar donde vayas: bancos, ferreterías, jugueterías, centros comerciales, supermercados, etc. se respira navidad; en las calles suenan melodías navideñas desde muy temprano en la mañana, hasta muy tarde en la noche. Y es que, donde quieras que llegas, escuchas música y villancicos, y el país es una fiesta constante, desde principios de diciembre hasta mediados de enero.
Cuando empieza el mes de noviembre no puedo dejar de pensar, que mi país ya está en navidad, que mis calles están llenas de colores, luces y fiestas. Todos empiezan a prepararse para las fiestas y en las casas el árbol de navidad y el nacimiento ya son parte integrante de la familia. Y es que en Rep. Dominicana, la navidad llega pronto y se despide después de reyes. A los dominicanos nos gustan estas fiestas, y tal parece, que en esta época, olvidamos nuestros problemas por un momento y nos dedicamos solo a ser felices y a compartir todos como hermanos. No faltan las cenas de empresas, los aguinaldos, el ponche, el té de jengibre, los pasteles en hoja, el puerco en pulla, las veladas en el cole, y los niños vestidos de angelitos, pastores, Jesús y María en un nacimiento viviente que igual se repite año tras año, pero que emociona igual verlo. Da gusto pasear por las calles en este tiempo, porque en cualquier lugar donde vayas: bancos, ferreterías, jugueterías, centros comerciales, supermercados, etc. se respira navidad; en las calles suenan melodías navideñas desde muy temprano en la mañana, hasta muy tarde en la noche. Y es que, donde quieras que llegas, escuchas música y villancicos, y el país es una fiesta constante, desde principios de diciembre hasta mediados de enero.
En estos días suelo sumergirme en mis recuerdos y siento el sol tibio y la brisa fresca que sopla en esta época. Cierro los ojos y me voy al malecón, me subo a mi carro y dejo que el sol me pegue en la cara y que la brisa navideña me acaricie el pelo. Luego los abro y estoy aquí, con este frío que cala los huesos, me meto debajo de la manta y vuelvo a cerrar los ojos para soñar.
Recuerdo las navidades de mi niñez; sabía que había llegado, cuando en "La Opera", la tienda de enfrente de mi casa, comenzaba a sonar "el burrito sabanero", y cuando, de madrugada empezaban a sonar los martillos para construir los tarantines que llenarían las calles, dentro de poco, de uvas, manzanas, pera, frutos secos, fuegos artificiales y juguetes. Las calles comenzaban a oler a manzanas y pólvora, y la música y la alegría comenzaban a invadir los rincones. Ya empezaban a bajar los reyes, ya llegarían pronto las fiestas, y ya comenzabamos a escribir las cartas llenas de sueños e ilusiones. En el colegio no faltaban las veladas, yo siempre iba de pastorcita o angelito; recuerdo de manera especial aquella en la que mi hermanito Ninín, hizo de Niñito Jesús, no paraba de llorar, pero fue la mejor presentación de un nacimiento viviente que haya visto jamás en el cole.
Recuerdo las navidades de mi niñez; sabía que había llegado, cuando en "La Opera", la tienda de enfrente de mi casa, comenzaba a sonar "el burrito sabanero", y cuando, de madrugada empezaban a sonar los martillos para construir los tarantines que llenarían las calles, dentro de poco, de uvas, manzanas, pera, frutos secos, fuegos artificiales y juguetes. Las calles comenzaban a oler a manzanas y pólvora, y la música y la alegría comenzaban a invadir los rincones. Ya empezaban a bajar los reyes, ya llegarían pronto las fiestas, y ya comenzabamos a escribir las cartas llenas de sueños e ilusiones. En el colegio no faltaban las veladas, yo siempre iba de pastorcita o angelito; recuerdo de manera especial aquella en la que mi hermanito Ninín, hizo de Niñito Jesús, no paraba de llorar, pero fue la mejor presentación de un nacimiento viviente que haya visto jamás en el cole.
Siempre he vivido esta época en familia, entre abuelos, tíos y primos. En vísperas de navidad, en casa de mi abuela empezaban los preparativos desde muy temprano para la cena: había que asar el cerdo, hacer los pasteles en hojas y los pastelitos; veía a mi abuelo llegar con las cajas de frutas, a mi abuela, pendiente de la comida, y a la tía Lourdes encargada de la limpieza y puesta a punto de la casa. Nosotros los niños, ayudábamos como podíamos, rindiendo en el medio para hacer el día un poco más deportivo. En la noche llegaban los tíos y los primos a cenar, y nos confundíamos todos entre música, comida, frutas y dulces. En estos día el tío José y el tío Toño, compraban fuegos artificiales y nos divertían a todos poniéndolos a explotar; a los niños nos daban los famosos "garbanzos" y las "patas de gallo", que eran los mas inofensivos.
Mis días de reyes también eran vividos de manera intensa y con mucha ilusión; el día cinco en la tarde íbamos con mi padre a Villa Duarte, a casa de la Tía Italina, a buscar la hierba para los camellos; a los reyes les comprábamos ron y cigarros para que descansaran un poco al llegar a casa, antes de seguir su recorrido; la cabalgata de los reyes pasaba por debajo de mi balcón, por lo que yo la veía, año tras año, en palco de preferencia junto a mis primos. Mi madre, trabajaba hasta la madrugada, así que llegaba justo a tiempo, antes que los reyes nos pusieran los regalos; digo yo que dormiría poco en ese día, porque si subía a las cuatro de la madrugada de trabajar, y nosotros nos levantábamos a las seis de la mañana a destapar regalos, ya me dirán ustedes lo que dormiría mi pobre madre.
Fueron años de absoluta felicidad. Pero los abuelos murieron, y las navidades de mi niñez desaparecieron para volver a resurgir años después con los primos y tíos. Comenzamos a jugar “los angelitos” en familia, desde el mas pequeño hasta el mas viejo; nos divertíamos como enanos haciéndonos travesuras unos a otros, y era emocionante ver la cara de los más pequeños cuando recibían sus regalos, era como el anuncio de Mastercard, algo que el dinero no puede comprar. De todo, es lo que mis peques más extrañan, ese momento en familia, donde más que lo que recibías, era lo que compartías.
En la víspera de navidad, nos reuníamos todos en casa de Tico y Vanessa, para compartir en familia la cena de navidad, donde compartíamos, no sólo un plato de comida, sino un año mas de unión, amor y paz; luego de la cena venía el desenlace del angelito que habíamos venido jugando, todos, desde hacia un mes atrás; era el momento de los regalos, los adultos nos volvíamos pequeños y nos divertíamos como niños chiquitos. Los mas pequeños, esa noche, juntaban tantos regalos, que los ojitos y las manitos no les daban para tantos juguetes.
Mis días de reyes también eran vividos de manera intensa y con mucha ilusión; el día cinco en la tarde íbamos con mi padre a Villa Duarte, a casa de la Tía Italina, a buscar la hierba para los camellos; a los reyes les comprábamos ron y cigarros para que descansaran un poco al llegar a casa, antes de seguir su recorrido; la cabalgata de los reyes pasaba por debajo de mi balcón, por lo que yo la veía, año tras año, en palco de preferencia junto a mis primos. Mi madre, trabajaba hasta la madrugada, así que llegaba justo a tiempo, antes que los reyes nos pusieran los regalos; digo yo que dormiría poco en ese día, porque si subía a las cuatro de la madrugada de trabajar, y nosotros nos levantábamos a las seis de la mañana a destapar regalos, ya me dirán ustedes lo que dormiría mi pobre madre.
Fueron años de absoluta felicidad. Pero los abuelos murieron, y las navidades de mi niñez desaparecieron para volver a resurgir años después con los primos y tíos. Comenzamos a jugar “los angelitos” en familia, desde el mas pequeño hasta el mas viejo; nos divertíamos como enanos haciéndonos travesuras unos a otros, y era emocionante ver la cara de los más pequeños cuando recibían sus regalos, era como el anuncio de Mastercard, algo que el dinero no puede comprar. De todo, es lo que mis peques más extrañan, ese momento en familia, donde más que lo que recibías, era lo que compartías.
En la víspera de navidad, nos reuníamos todos en casa de Tico y Vanessa, para compartir en familia la cena de navidad, donde compartíamos, no sólo un plato de comida, sino un año mas de unión, amor y paz; luego de la cena venía el desenlace del angelito que habíamos venido jugando, todos, desde hacia un mes atrás; era el momento de los regalos, los adultos nos volvíamos pequeños y nos divertíamos como niños chiquitos. Los mas pequeños, esa noche, juntaban tantos regalos, que los ojitos y las manitos no les daban para tantos juguetes.
En noche vieja, los jóvenes cenaban en casa, y luego se iban de fiesta hasta el amanecer del otro día. Ya casada, era la fecha que pasábamos en casa de los padres de Flobre, cuando llegábamos estaba mi Don Flobre sentado en la galería, esperando a sus hijos y a sus nietos, con la radio encendida a todo volumen sintonizando “Cima Sabor Navideño”, que era la que daba las campanadas del nuevo año; risas, llantos y buenos deseos se confundían entre abrazos al momento de llegar el año nuevo y de felicitarnos unos a otros para desearnos lo mejor en el año siguiente.
No puedo dejar de mencionar el día de reyes con mis hijos en casa de los abuelos, era una postal de verdadera unión familiar sentarse en la galería de casa de mis suegros y disfrutar junto a una tacita de café recién colado y un trozo de pan de maíz, de la cara de mi suegro disfrutando de todos sus nietos jugando en el jardín, con los regalos que ese año habían traído los reyes magos.
Espero un día volver a sentarme junto a los míos y disfrutar nuevamente de los pequeños detalles: los eternos pleitos entre Evelyn y Tico, la ya famosa bendición de los alimentos de Tony, los eternos cuentos de Purita y Evelyn, que deben vivir mas a prisa que yo, o deben ser monologuistas natas, porque con ellas dos no reírse es imposible; espero volver a comer moro de guandules, ensalada verde, ensalada de papas, pasteles en hoja, cerdo asado; quiero disfrutar, otra vez, de la cara de mis hijos y sobrinos, al momento de abrir sus regalos. Quiero volver a vivir la competencia sana entre mi cuñada y yo de quien pondría antes el árbol de navidad y quien lo decoraría mejor ese año. Quiero disfrutar nuevamente de mis calles, mi tibio sol y mi brisa fresca en mi pequeña isla, junto a los míos.
Felices fiestas familia y amigos, que en estas navidades el Señor nos llene de bendiciones y haga renacer en nuestros corazones ese espíritu de amor y paz que nos embarga a todos en estas fiestas.
No puedo dejar de mencionar el día de reyes con mis hijos en casa de los abuelos, era una postal de verdadera unión familiar sentarse en la galería de casa de mis suegros y disfrutar junto a una tacita de café recién colado y un trozo de pan de maíz, de la cara de mi suegro disfrutando de todos sus nietos jugando en el jardín, con los regalos que ese año habían traído los reyes magos.
Espero un día volver a sentarme junto a los míos y disfrutar nuevamente de los pequeños detalles: los eternos pleitos entre Evelyn y Tico, la ya famosa bendición de los alimentos de Tony, los eternos cuentos de Purita y Evelyn, que deben vivir mas a prisa que yo, o deben ser monologuistas natas, porque con ellas dos no reírse es imposible; espero volver a comer moro de guandules, ensalada verde, ensalada de papas, pasteles en hoja, cerdo asado; quiero disfrutar, otra vez, de la cara de mis hijos y sobrinos, al momento de abrir sus regalos. Quiero volver a vivir la competencia sana entre mi cuñada y yo de quien pondría antes el árbol de navidad y quien lo decoraría mejor ese año. Quiero disfrutar nuevamente de mis calles, mi tibio sol y mi brisa fresca en mi pequeña isla, junto a los míos.
Felices fiestas familia y amigos, que en estas navidades el Señor nos llene de bendiciones y haga renacer en nuestros corazones ese espíritu de amor y paz que nos embarga a todos en estas fiestas.
Nota: Si hablo en pasado, no es porque no lo sigan celebrando así, es que ya nosotros no estamos allí; nosotros y otros mas, ya no estamos allí para vivir todo esto. Tony, Purita, Evelyn, Carolina...., creo que hablo por todos y cada uno en esta entrada.
FELIZ NAVIDAD, FAMILIA, ESTÉN DONDE ESTÉN.