Hace trece años, un día como hoy llegamos por separado, uno y uno, a la iglesia y salimos juntos de la mano, convertidos en uno sólo; hoy sumamos cuatro: cuatro sentados a la mesa, cuatro tirados sobre la cama, cuatro en el coche, cuatro viendo televisión...; Ayer nos dio por recordar, durante el almuerzo, aquel día, fuimos reconstruyendo cada episodio, cada momento, el trajín, la sección de maquillaje, la peluquería, las fotos, en fin, cada detalle me venía a la memoria, al igual que a ti; nuestros hijos preguntaban, nosotros contestábamos.
A mi vino todo aquel año en el que había preparado con ilusión cada momento, porque me había propuesto disfrutar de mi boda desde el mismo instante del compromiso; así mi vestido de novia fue la unión de cuatro o más trajes que Marcio Peña supo a bien combinar; el tocado, el ramo, la decoración, los souvenirs, los centros de mesa, las flores, todo fue escogido con esmero, dedicación e ilusión, porque todo tenía que ser perfecto. No faltarón las discusiones de parejas y las riñas con mis padres, porque no siempre estábamos de acuerdo, pero las fuimos superando una a una hasta llegar al gran día. Recuerdo que cada compra que hacía, por pequeña que fuera, la envolvíamos en papel de boda, para el día antes de casarnos abrir todos los regalos como si lo estuviésemos viendo por primera vez; asimismo, tú cuando viajabas al interior del país, siempre venías con un regalo para nuestra casa, y es que los dos estábamos en la misma sintonía, los dos habíamos esperado aquel momento con la misma ilusión, a los dos nos había tomado tiempo, esfuerzo y lágrimas llegar hasta allí. Aquel año fue especial, lleno de preparativos, pruebas, compras y preparación para el inicio del más grande e importante de los proyectos de nuestras vidas.
Llegó el día mas esperado, llegó el día de la boda y nos fuimos de compra tú y yo, los que sabían que nos casábamos aquel día nos miraban asombrados cuando llegamos a la tienda, se quedaban pasmado con la tranquilidad que tenían los novios, y terminamos comprando una chaqueta y unos pantalones de jean para irme de luna de miel al lugar que yo te había pedido me llevaras, a Orlando, a Magic Kingdom, para junto a ti disfrutar de aquellos parques como niña chiquita. Luego de comprar me llevaste a mi sección de maquillaje y de ahí no nos volvimos a ver hasta que me fuiste a buscar para irnos juntos a la sección de fotos, te veías hermoso dentro de tu trajecito de pingüino, y yo debí verme bien también porque recuerdo tus ojos llenos de lágrimas al verme parada frente a la puerta esperando por ti, te dije: "mirarme bien y disfrutame, porque así no me vuelves a ver jamás"; y es que no era sólo el vestido, el maquillaje, el peinado, también era la ilusión, la felicidad de ver llegar aquel momento tan esperado, tan trabajado y tan llorado. Al terminar la sección de fotos, tocaba irnos a la iglesia, lo único que recuerdo es estar sentada al lado de mi padre en el coche, y de repente entrarme el pánico que no había tenido, ni durante el año, ni durante la semana previa, ni siquiera el día antes; casi empiezo a llorar, cuando papi me sacó de mis pensamientos, pues empezaban a asomar unas gotas de lluvia, yo sólo le dije: "el cielo me está bendiciendo", fue cuando clamé a Dios y le pedí que no me dejara entrar a la iglesia, si esto no iba a funcionar. Pero llegué, y mis miedos se disiparon, sé que vi a mi familia en pleno cuando llegué, pero al que recuerdo es a Tico esperándome antes de entrar a la iglesia, para darme un beso y un abrazo , entonces me sentí segura y entré camino al altar con pasos firmes y feliz de la mano de papi, recuerdo, justo llegando al altar, la cara de mami, que llorando, me mandó un beso desde lejos, lo siguiente fue ver tu cara y saber que todo estaría bien. De la recepción recuerdo sólo momentos contados, cómo flashes, recuerdo llorar abrazada a mi padre cuando me tocó marchar y recuerdo que no recuerdo mucho; llegamos a casa y nos dormimos, pues estábamos cansados y no había luz, además yo me había pasado todo el día con fiebre y al otro día marchábamos de viaje, entonces tocaba descansar.
En la luna de miel, me parecía haber vivido un cuento de hadas, me sentía como en las nubes, como si estuviese viviendo un sueño, aunque el pánico y la nostalgia volvieron a llegar al segundo día del viaje; sentía que había metido la pata y que había cometido el mayor error de mi vida, gracias a Dios, todo terminó en una anécdota que hoy podemos contar entre risas.
Hoy son trece años de todo aquello, y hoy seguimos juntos con la misma ilusión y el mismo amor que el primer día, hoy nuestro matrimonio está bendecido y completo con nuestros pequeños y hoy sabemos que, para nosotros y como dice Frank Perea, la suma de uno mas uno son cuatro.
Hace unos días me decías, no sé si de broma o por uno de esos arranques de complejo de inferioridad temporal que te entran a veces, que tú no merecías estar a mi lado; hoy te digo, que te has ganado estar a mi lado a pulso, a base de esfuerzo y dedicación, a fuerza de estar, de ser; te lo has ganado por méritos propios, porque me sigues amando a pesar de todo, porque has estado conmigo y hemos estado juntos y unidos en las buenas y en las malas, porque eres excelente padre y mejor esposo; porque lo has trabajado, porque lo sufriste y porque lo lloraste; porque supiste tener la paciencia que se necesitaba y porque supiste darme mi lugar, porque tu único propósito en la vida, desde que nos conocemos, es verme feliz, es hacerme sentir bien, única y especial. Porque me sigues amando y porque te sigues esforzando cada minuto por hacerme feliz, por hacernos felices.
Hoy, trece años después, puedo decir que tengo el matrimonio perfecto, ese en el que discutimos y reñimos, pero en el que hay mucho amor, y en el que no falta la comprensión, la comunicación, en el que sabemos escuchar, en el que nos sabemos perdonar y al que no le falta la dosis de humor tan necesaria para seguir adelante.
Hoy celebramos trece años y espero celebrar muchos, muchos más: Felicidades!!!
Hoy celebramos trece años y espero celebrar muchos, muchos más: Felicidades!!!