Hace unos días atrás estaba viendo la televisión, y de repente me acordé de algo que me hizo estallar en carcajadas; Flobre que estaba al lado mío, me mira con cara de "¿¿¿Y a ti que carajos te dio???", y yo le explico que me estaba acordando de la noche en Cereceda en la que tuvimos aquella extraña visita; y me reía porque la historia tiene lo suyo.
Era una noche de verano, el año 2006, y era alrededor de media noche, ya llevábamos un año aquí; estábamos viendo la televisión, y como dije, aún vivíamos en Cereceda, la pequeña aldea donde nació mi padre, hermosa y paradisiaca, situada en la falda del Monte Sueve en Piloña. Estábamos todos juntos en la cama, menos el pequeño Jose que ya se había dormido; en aquel entonces vivíamos en tres habitaciones: una cocina, una habitación para dormir y el baño, por lo que dormíamos los cuatro en una misma habitación, aunque en diferentes camas. En un corte comercial aproveché para ir al baño, abrí la ventana para ver el cielo, pues siempre me gustó el cielo de Cereceda repleto de estrellas, sobre todo en las noches de verano, que parece que están tan cerca que podrías tocarlas con sólo alzar las manos.
Estaba yo en mi momento estrellas del cielo, cuando escuché un sonido que parecía provenir del desván de la casa, sonaba como una persona adulta con dificultad para respirar; como no se suponía que hubiese nadie mas en casa, llamé a Flobre y le digo: "shhh, escucha..." y efectivamente él escuchó el mismo sonido; pero ya saben todos los que conocen a Flobre, lo muy dueño de sí que es y lo muy suave que coge las cosas, al punto de que puede estar cayéndose el mundo, que el no se inmutará. Empezó a hacer conjeturas, que si un zorro, que si un gato, que si un ratón; conjeturas que yo desmontaba una a una, porque el zorro, como carajos va a subir al desván, y el gato, el gato no hace ese tipo de ruidos y el ratón menos; para este momento ya yo había agarrado a mi hijo que estaba durmiendo en la otra cama, y a mi hija y me había metido con los dos en mi cama, cual gallina con sus pollitos, como si yo sola pudiera protegerlos de cualquier intruso que anduviera cerca. Me pasarón todo tipo de ideas en la cabeza, sobre todo en el momento en que, sea lo que fuera que estaba arriba, cruzó el desván de un lado a otro en lo que parecía ser una carrera, además de que, a parte de la extraña respiración, también se escuchaba como si alguien estuviese tocando una puerta, y hasta una tabla de madera cayó al suelo. En en ese momento las teorías del gato y el ratón se había desmontado completamente, pues más sigilosos que estos dos no hay animal; fue cuando le dije a Flobre: “ni gatos, ni zorros, ni leches, eso es un hombre y tú llamas a la policía o yo agarro el coche, monto a mis dos muchachos en él y me voy para Infiesto a dormir frente al cuartel de la policía, en lo que todo esto se aclara”. Acto seguido, luego de este ulitmatum, mi paciente marido llamó a la policía, y en unos 15 minutos los teníamos en casa. Las noches en Cereceda estan iluminada sólo por las estrellas y la luna, no hay farolas y las dos casas que hay no encienden luces; los policías se pusieron a “inspeccionar” el lugar, acompañados de mi marido y de una pequeña linterna; dieron un rodeo a la casa, y volvió a escucharse “la respiración”, Flobre le dice: “ahí está, ¿la escucharon?”, uno de ellos dijo haberla oído, pero el otro se quedó con cara de “ a mí que me cuentas, yo no oigo nada!!!”; siguieron buscando por los alrededores de la casa, y al no encontrar nada decidieron subir al desván; a todo esto, yo seguía como mamá gallina, con mis dos muchachos debajo del brazo, protegiéndolos de nuestro “hombre asmático”.
Buscaron la escalera, abrieron la puerta que iba al desván, que estaba situada en el techo justo al lado de la cama donde dormíamos Flobre y yo, y donde me encontraba yo con mis hijos protegiéndolos contra el crimen; el policía, muy amablemente, me pidió permiso luego de dar las buenas noches, y subió al desván delante de Flobre; ¡¡¡Vaya sorpresa con la que se toparon al llegar arriba!!! Nuestro extraño visitante era una madre lechuza con su cría. Los ruidos que escuchábamos, que parecían de alguien tocando la puerta, era ésta dándole picotazos a una pequeña ventana donde se reflejaba la luna, tratando de salir; los pasos era ella, de un lugar a otro, tratando de escapar de aquel lugar; y la tabla que cayó, ¡pobrecita! me imagino que fue producto de algún coñazo que se dió; y la respiración del hombre asmático era, nada mas y nada menos, que la respiración de la cría, que según supimos, nosotros y los policías ese día, es el sonido típico de ellos cuando están así de pequeños.
La noche terminó de esta manera: Flobre hablando con los polis afuera, en la puerta de la casa, de Bávaro, pues uno de ellos había estado allí; Jose durmiendo, sin enterarse de nada; Marú en la cama junto a mi; y yo mirando la televisión con mis dos hijos, luego de que nuestro intruso con problemas de respiración se esfumara. Cuando Flobre entró, al cabo de hora y media, me explicó todos y cada uno de los ruidos que habíamos escuchado y lo hermosa e impresionante que era mamá lechuza cuando abrió las alas para salir por la ventana, que previamente le habían abierto, y lo sumamente tierno que era el lechucito que tan tremendo susto me había hecho pasar.
Al otro día subimos todos, cámara en mano, a conocer a nuestro pequeño visitante, y a ver si nos topábamos con mamá lechuza para conocerla y pedirle permiso para fotografiarla y documentar así uno de los momentos mas acojonantes que he pasado en mi vida; los que me conocen bien saben que a pocas cosas les tengo miedo en esta vida, pero es que no era yo la que estaba en “peligro” eran mis dos polluelos, y ahí sí que me vuelvo tantito cobarde. No encontramos a mamá lechuza y nuestro pequeño inquilino se asustó y se ocultó, al ver la turba que había subido, otra vez, a invadir su, hasta la noche anterior, tranquilo hogar.
Cuando días mas tarde se lo contamos a mis tíos, que vivían sólo a unos pasos de nosotros al bajar la colina, fue tanta la risa que les dio que hasta ignorante me sentí, porque para ellos era tan normal aquel sonido, que no se explicaban cómo nosotros no lo habíamos reconocido. ¡¡¡Jolines!!! Como pa’reconocer el sonido de un animal que, hasta ese momento, sólo había visto en las fotos de los libros de geografía y en las enciclopedias ilustradas. Lo que si me queda claro, es que los PDV debemos ser los protagonistas de una de esas anécdotas que se cuentan entre colegas mientras se comen churros con chocolate en el bar de la esquina.
Hasta la próxima....
5 comentarios:
jajajaja Genial!!! tu si que sabes narrar!!! haces que la experienca mas inocente sea increible!!!!
Esta hietoria si que parece de pelicula, lo mejor fue pasar de todo lo que nos habia pasado por la cabeza a lo que realmente era, una bella pareja de Mama Lechuza con su Hijo
No he podido dejar de reirme, eres tremenda, pense: sera un raton, porque no habra ladrones en una pequeña aldea!, el caso es que eres genial escribiendo, que arte tienes!!!..jajajja
Cristina
jajaja buenisimo!!! pobre lechuzita!!!
Karina Cabral
jajajaja estuvo buenisimo.
Ana
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