viernes, 12 de junio de 2009

En un rincón de mi vida....

En un rincón de mi vida hay una casita en lo que parece una pequeña colina, situada a orillas del río Ozama. Ahí vive mi madrina, "tía Talina", y sus tres hijas: Thamara, Vanessa y Mayra. Es una pasada este lugar, no hay coches, no hay ruidos y está lleno de árboles, flores y toda clase de bichos raros. De noche, cuando nos quedamos a dormir en casa de mi tía, se pueden escuchar los grillos cantando y cuando llueve, la lluvia parece cantar sobre el techo de zinc. Las sábanas de mi tía huelen a limpio, a primavera, a libertad, son suaves y muy finitas, mas que arropar parecen acariciar.
Este es un lugar mágico, donde corremos, jugamos y saltamos sin temor a que nos pase nada, una que otra vez nos caemos, pero no pasa nada, el dolor se va enseguida. El árbol de almendras es el que mas me gusta de todos, es enorme y debajo de él siempre hay hojas grandes y de colores hermosos, también almendras frescas y almendras secas; las almendras frescas son sabrosas, pero las secas son divertidas: buscamos una piedra, la machacamos hasta sacar la semilla de dentro, es rica y suavecita, nada que ver con las que compra mami en el supermercado en navidad. El árbol de almendras, según la historia, lo sembró mi bisabuelo cuando llegó de Italia, con una semilla que llevó de allí, por eso las almendras del árbol de almendras saben distintas a las almendras de otros árboles de almendras, y son más grandes. También hay otros árboles: limoncillo, jobo, tamarindo, cerezas.....vaya pasada!!!!
Villa Duarte, así se llama mi lugar mágico, es verde y lleno de los colorinos de las flores; algunas nos regalan sus pétalos para ponernos uñas postizas, otras, cuando la metemos en el agua empiezan a explotar; en este lugar hay mucha paz, tanta que parece que el tiempo se detiene cuando estamos allí.
En los veranos solemos ir allí a pasar las vacaciones, con las hijas de mi tía, ellas nos cuidan, nos bañan, y juegan con nosotras; ellas son mas grandes que nosotras, hasta hay una que estudia medicina; también están sus amigos, o novios, no sé bien que son. También vamos de visita con la abuela todos los domingos, y los adultos beben café y nosotros comemos galletas de soda con leche condensada y pan dulce; a veces pasa el señor que vende jalao, es algo muy extraño que se come, que a mi no me gusta mucho, pero todos corren a por uno de estos dulces tan raros.
Abajo, pegadito al río está la casa donde viven los más viejos: están arrugaditos y siempre están sentados alrededor de una mesa que tiene un mantel de flores plástico. Uno de ellos, el menos arrugado, siempre lleva muletas, mi mamá dice que se calló de la cama porque estaba saltando sobre ella; pero yo creo que me lo dice para que la que no salte sea yo y mis hermanos. Es una casa muy rara, pero con un patio super guay; aquí hay un salón oscuro y sobrio, con unos muebles que parecen de juguetes, pero no nos dejan entrar. En la cocina siempre hay una señora haciendo el café, también está el muchacho que habla raro, Ari, a veces me da miedo, pero enseguida se me quita, porque en este lugar no se puede sentir miedo.
Dentro de esta casa hay otra casa, tenemos que ir por el patio y subir unas escaleras muy raras. Es emocionante!!!, aquí hay una alberca con patos y jaulas con gallinas que ponen huevos y conejos, muchos conejos de todos los colores. En esta casita vive el tío Gualterio, que no sé exactamente quién es, si es el esposo, el hermano de la tía Mamena, sólo sé que es un viejito muy viejito, arrugado y muy flaquito. El también tiene árboles que dan unos frutos muy extraños, hay uno que se llama pepinillo, mi abuela me dice que no me los coma que me harán daño, pero yo igual los como; tienen un sabor super fuerte, entre agrio, salado, amargo, la cara se me arruga cuando los pruebo, pero igual me gustan.
El río, en el río hay barcos, hay uno gris muy grande, mi papá dice que es de la Marina de Guerra, pero que no se puede mover porque se está encallado, no sé lo que significa, pero nosotros decimos que es un barco fantasma, tiene un número enorme en uno de sus lados; también hay yolitas, con nombres, y con unos señores que las usan, se llaman yoleros, y que transportan a las personas de una orilla a la otra, como si de un carro público se tratara. Los amigos de Thamara, Vanessa y Mayra, también tiene yolitas y nos llevan de paseo en ellas, nos divertimos mucho, nos mojamos los pies y nos entretenemos viendo los peces que están en el agua.
Ojalá y nunca despareciera este lugar mágico. Pero no podrá ser, vino el ciclón David, con sus fuertes vientos y con toda esa lluvia, y tumbó el árbol de limoncillo que cayó sobre el techo de zinc, donde antes cantaba la lluvia. Ya mi madrina no estaba, se había marchado al cielo y ya nunca regresó. La casa se llenó de agua, de hojas y piedras que había arrastrado el Sr. David. Nunca más volvimos, el árbol de almendras también se cayó, y el barco que estaba encallado se marchó; mis primas se mudarón de allí a otras casas mas grandes, quizás mas bonitas y con mas lujo, pero no tenían magia, tampoco tenían árboles con almendras italianas, ni flores, ni bichos que cantaban en las noches.
Hoy vuelvo la vista atrás y recuerdo mi infancia en ese lugar, y veo a mis hijos y mis sobrinos, y me da mucha tristeza el que ellos nunca puedan conocer la magia de este lugar. Hoy Villa Duarte tiene edificios, un monumento a las vacas, o a los braseros de la caña, tiene un puerto muy elegante, y hasta hay restaurantes donde puedes comer a la orilla del río; las casitas ya no están y la magia se marchó cuando llegó la elegancia.
En homenaje al Villa Duarte de mi niñez.....

4 comentarios:

Wilhelm Storitz dijo...

Los recuerdos que conservo de Villa Duarte son muy borrosos, tanto, que parecen eslabones dispersos de sueños muy lejanos. Pero sí, en esas reminescencias remotas siento siempre el sabor de la aventura, de una odisea diferente, todo mezclado con un olor de aguas dulces y saladas, al lado de alguna yolita desvencijada atada por una cuerda roída por las inclemencias de las condiciones y el tiempo. Recuerdo, con algo más de nitidez, una guerra de pistolas de agua, ante la consternación de los adultos, que nunca previeron las consecuencias y calamidades que esos regalos de plástico transparente, que servían para alojar y expulsar en proporciones iguales tan valioso líquido, traerían. Todo eso mientras celebrábamos lo que debía ser el cumpleaños de la prima Dharma, en ese ambiente lleno de primos y de tíos que tantas veces disfrutamos en esa época tan parecida a la felicidad y que llamamos nuestra infancia.

Siento más que pena, cuando pienso que nuestros hijos e hijas no disfrutarán de esas cosas que a nosotros se nos dieron aparentemente tan fáciles, tan naturales. Éramos siempre Mary, Angie y Lourdita, Mundito, Purita y Evelyn, Tony y Leandro, Daniel vendría tiempo después... A veces pienso en lo absurdo de esta vida, que poco a poco va esfumando lo realmente valioso de esta existencia.

No sigo porque no es bonito ver a a un hombre grande llorando.

Prima, gracias por traer esos recuerdos. Un abrazo.

Eigna dijo...

Yo quisiera agregar cosas, y no se te ha escapado nada, aunque reconozco que la mitad de lo que escribes no lo recuerdo. De Villa Duarte como lo vivimos nos quedan cuatro personas maravillosas, Thamara, Mayra, Vanessa y Tico. Tanto, que ir hoy a visitarlos es como beber agua cuando se tiene sed. Personas que no juzgan, que solo sonríen, que son tan fuertes, tan dulces, tan estables y tan íntegras como el árbol de almendras del que hablas.

Ojalá esta noche pueda soñar con los aguacates sancochados de la Tía Italina y con la paz, la humildad y la magia de Villa Duarte.

Tita dijo...

Pues he de decir que yo no recuerdo esa epoca tanto como ustedes, recuerdo bien a Tia Mamena, a Tio Ito y a Ari, y a la señora que estaba siempre en la cocina. Tambien recuerdo los famosos pepinillos o vinagrillos, y la casa de Pimpa y Carlitos con su inmenso arbol de manzanas de oro que tanto me gustaban, bueno que aun me gustan, pero ya no aparecen tan facilmente como aquella epoca. Recuerdo un carro vieeejo que estaba en un garage en el patio de la casa y las escaleras para subir a la casa del otro tio, pero no logro distinguirlo...

De todos modos lamento mucho tambien que nuestroas hijos no puedan disfrutarlo...

Agrego que a pesar de mis escasos recuerdos se me han aguado los ojos y se me ha hecho un nudo en la garganta cuando lei el blog y los comentarios...

Anónimo dijo...

Mari...precioso...que dulces recuerdos. Todos tenemos ese lugar, ya sólo en la mente, donde fuimos tan felices de niños. Donde no había ninguna pena, donde parecía que se paraba el tiempo...Un lugar donde todos añoramos volver.

Ana María Herena (27 de marzo 2015)